miércoles, 13 de noviembre de 2013

Intento de Comprensión

Si cierro los ojos escapando a otro lugar 
¿Dónde quisiera estar?

Si la frustración es tanta y por tan mínimas cosas 
¿Dónde quisiera estar?

Si mis niveles de tolerancia se han saturado sobremanera 
¿Dónde quisiera estar?

Cerrá los ojos. Proyectate. ¿Qué tiene que pasar para que dejes de sentirte así? ¿Cómo debés disponer las fichas de juego para que este no se establezca en tu estado normal para enfrentar lo cotidiano? ¿Qué pasa con la sonrisa perpetua? ¿Dónde quedó tu enamoramiento por la vida? ¿Y tu pasión por lo que hacés? ¿Qué cosas te hacen feliz?

Abrí un libro y remontate a una nueva historia; subite a un globo aerostático, enfrentá tus pánicos. Cerrá solo las puertas que te desilusionan, las que no te merecen, aquellas que no aportan nada lindo a tu vida; dale una oportunidad a eso que todavía no podés definir.

Muchas veces la desilusión es impaciencia. Das un portazo, media vuelta, un grito y la ofensa. Pero, pensá... Quizás no todos ven el ideal en tu mente y también es probable que todavía no seas parte de esta historia. Es más, ni sé quién sos.

No te conozco.

No sé qué querés.

No sé dónde quisieras estar.

No sé qué ves cuando cerras los ojos.

¿Ves algo?

¿Te animás a ver?

Inventemos algo, creemos algo. Cambiemos el mundo. Definamos nuevos colores, nuevos valores. ¡Hay tantas cosas, y tanto más por crear! 

¡Hagamos de vivir la vida un arte!



Julia, cerrá los ojos y mirá.

viernes, 9 de agosto de 2013

La excepción a la regla

Este es, sin dudas, uno de los ensayos que más disfruté a la hora de escribirlo. Es un trabajo elaborado para la cátedra 'Filosofía de la Religión' (no confundir con teología), basado en la primer película de la serie 'Dekalog' del director polaco, K. Kieslowski. Imperdible, estremecedora, me dio la clave para pensar algunos cabos sueltos que divagaban en mi mente filosófica...
El link: Kielowski, DEKALOG 1


El anhelo de lo humano

En la gris Varsovia, un niño con agudo sentido filosófico no duda en poner de manifiesto aquellas preguntas que lo movilizan hasta las lágrimas ¿Qué es la muerte? ¿Cuál es el sentido de la vida? Cuestionamientos que intentan convivir entre respuestas brindadas tanto por la fe como por la razón. El misterio termina arrasando al final con todo anhelo de conocimiento y certeza.

Krzysztof Kieslowski nos muestra en ‘Decálogo 1’ con extrema sencillez y profundidad, cómo hoy en día –aunque la película tenga unos 25 años no deja de ser actual- más allá de las explicaciones científicas y racionales, las preguntas que nos modifican la vida en su radicalidad, siguen sin poder ser respondidas con unanimidad. La curiosidad y demanda filosófica acechan nuestras vidas en la misma medida que en las épocas griegas; ¿Podríamos decir que realmente ha avanzado la humanidad? ¿En qué sentido? ¿Sabemos hoy, más que antes, cuál es el ‘sentido de la vida’? ¿Eliminamos el factor misterio del paradigma de lo humano, en esta vida posmoderna que tiene respuestas a todo y que si no las tiene te invita a no preguntarte? ¿Hemos dejado de estremecernos?

La tecnología es manifestación concreta y material de las ansias de seguridad y dominación que definen al hombre. Computadoras, calculadoras, robots; el objetivo es siempre el mismo: predecir para controlar. No queremos que se nos escape nada y por eso apelamos a la precisión de los cálculos, tal como el padre de Pawel. ¿Hemos dejado de creer en un Dios para confiar ciegamente en otro? En la película observamos claramente cómo la programación de sistemas le permite a los protagonistas dominar su entorno más cercano. Pawel parafrasea a su padre diciendo: ‘Vivimos para hacernos la vida más fácil.’ ¿Puede la vida ser fácil? ¿Podemos hacer ojos ciegos a la certeza inmanente de la muerte? ¿Nuestro pasar por el mundo tiene posibilidad de transcurrir linealmente, sin sobresaltos?

‘La computadora no sabe lo que sueña mi madre.’ Aquello más propio de la vida no es calculable, la espontaneidad y libertad, la esencia, los deseos, lo único e irrepetible, la singularidad, se escapa a toda previsión. Anhelamos control y conocimiento, pero olvidamos que siempre estamos siendo algo más, la vida cambia y desborda. ¿Qué pretendemos apresar a través de nuestra racionalidad? ¿La razón es símbolo de seguridad? ¿Por qué nos cuesta tanto asumir lo incierto, reconocer el misterio? ¿Tiene algún límite nuestras ansias de control sobre la vida?

Sin embargo, entre números y certezas nos asalta lo desconocido, lo imposible, lo inapresable. Pawel encuentra aquel perro muerto y llora no por tristeza sino más bien por frustración: ¿Qué sentido tiene calcular problemas matemáticos si existe un final, la muerte, del cual no sabemos nada, solo que es inevitable? ¿Qué es la muerte? ¿Por qué la gente muere? La muerte se presenta como el límite del anhelo humano. Límite palpable e indubitable. Límite porque es inexplicable para la razón.

Parecería que la razón se opone al misterio, ¿lo anula? ¿O más bien lo esquiva, al igual que el padre de Pawel evita responder sus preguntas? ¿Y la fe? ¿Qué tipo de respuestas nos da frente al misterio? ¿Logra saciar de algún modo nuestra necesidad de explicaciones? ¿El misterio sigue siendo misterio aunque tenga fe?

Al final, no solo lo que reconozco incontrolable resulta de este modo, sino que incluso aquello que creía dominar puede escapar a las ‘leyes lógicas.’ El tarro de tinta comienza a perder, el cálculo de la computadora se equivoca, la vida se pierde entre el agua congelada. ¿Puedo dar razones de esto? ¿Puede el desconsolado padre aceptar la voluntad de aquello que lo excede, enfrentarse cara a cara con el misterio, reconocer sus límites?

Lo que hace que la vida sea vida y no otra cosa, es aquel margen de error, la centésima que ha escapado a la cuenta lógica, el milésimo que ha sido redondeado para generar la sensación de un mundo de certezas exactas. La excepción a la regla, el porcentaje que queda por fuera de lo previsto, el quiebre, el accidente, es lo que nos cambia la vida, lo que nos arroja a la incertidumbre y con ella a un nuevo sinfín de cuestionamientos sobre aquello inabarcable, imponente, ¿Inalcanzable? Lo absoluto. Éste se hace presente y arrebata al ser humano en un sobresalto existencial que lo pone de frente a la puerta de lo numinoso; un campo inexplorado e inexplorable por la razón y las ansias de control, es el territorio de las preguntas que no se dejan responder pero sí experimentar por breves momentos. Ingresar a este horizonte resulta inevitable, somos humanos que quieren dominar y controlar sus vidas porque somos conscientes de que es imposible lograrlo; somos una paradoja, somos búsqueda que no quiere serlo. Nos negamos porque sabemos lo difícil que es reconocer que aquello que no depende de nosotros es lo que más influirá sobre el curso de nuestra historia.

¿Qué pasa luego del estremecimiento? Nosotros mismos hemos garantizado un camino para regresar a aquella lógica que nos mantiene dentro de un margen (¿marginados?) porque pareciera que fuera del plano racional nos sentimos muy incómodos; se lee en la pantalla de la computadora: ‘I´m ready’ – ¿Listos para qué? ¿Para seguir encontrando, buscando, inventando, respuestas? Creo más bien, que estamos listos para volver a hundirnos en lo cotidiano, preocuparnos nuevamente por aquello que sí podemos controlar, resolver problemas intrascendentes. ¿Está bien o está mal? ¿Acaso alguien tiene una respuesta que sacie nuestro anhelo?


Julia Tartaglia.-

“En fin, puede convertirse en el suspenso y humilde temblor, en la mudez de la criatura ante... -sí, ¿ante quién?-, ante aquello que en el indecible misterio se cierne sobre todas las criaturas.”  
Rudolf Otto – ‘Lo santo

jueves, 1 de agosto de 2013

Pedagogía de la multiplicidad


Entrar al aula convencida y salir con miles de preguntas. Muchos creen que elegir la docencia como carrera es un desafío porque ‘los chicos están cada día peor;’ sin embargo, en mi corta experiencia, la causa de mis frustraciones no son estos jóvenes adolescentes que observan el mundo en extremos, sino la perversidad de un sistema educativo en el que las ideas son las últimas en la lista. En un espacio brindado al conocimiento, el mismo está lejos de ser un protagonista para cederle el lugar a la vulgar repetición, asesina de la inspiración.

En pos de la ‘excelencia académica’ –concepto que no pasó por mis trabajos ni formación pedagógica en cuatro años-  tiramos debajo de la alfombra sueños en germen que deberían ser potenciados en esta etapa, la más hermosa y propicia de la vida para proyectar futuros.  ¿Qué tiene esa excelencia académica que tanto atrae a docentes, padres y directivos? ¿Tan importante es aquello que otros pensaron como para no permitirle a los jóvenes a pensarlo por ellos mismos, o incluso, a refutarlo con nuevas ideas? Es más, ¿Quién determina que concepto es digno de ser repetido por estudiantes secundarios?

Desgano, desinterés, eso se respira en un espacio dedicado a seres que sólo saben vivir gastando energías, desplegando colores, gritando goles con pasión, bailando con todo el cuerpo, riendo con el alma. Ese desgano es la causa de mi frustración, que poco a poco se transforma en culpa acumulada a medida que con el paso de los días me voy sintiendo más parte de este gremio de docentes encajados en un sistema burocrático que también nos desmotiva a nosotros.

No es esperable que un adolescente se duerma en clase, ni imaginable que no quieran resolver un problema. No son los adolescentes los que ‘están cada vez peor’ – somos nosotros, haciendo hincapié en datos irrelevantes, en frases descontextualizadas, en resolución de problemas que no son suyos. ¿Dónde está la vida del adolescente? ¿Te molesta que la vida de ellos pase por el boliche, el ansiado y sobreestimado Bariloche, y la Coca en el mini de la esquina? Que no te ofenda su elección, es de esperar este cambio de prioridades desde el día en el que elegimos cerrarle la puerta del colegio al mundo del joven. El asunto es serio, yo diagnostico que las escuelas le tienen miedo a ese mundo.

Recuerdo un examen, en el que me preguntaron qué estudiantes quiero formar. Hoy respondo sin dudarlo: quiero que mi salón se llene de jóvenes libres y responsables; ¿cómo? Uno de los chicos, con 17 años, me dijo ayer: ‘no se forman personas responsables si no se les da responsabilidades’ –de más está decir que soy una profesora orgullosa de sus estudiantes después de oír tan acertada frase- Ellos se dan cuenta, quieren ser libres y responsables, pero las instituciones se van transformando cada día más en nuevos padres perseguidores, dignos de ser analizados por Sigmund Freud. Me atrevo otra vez a formular la causa de este síntoma: ¿no será que las escuelas tienen miedo de tener estudiantes libres? ‘La libertad es peligrosa’ podrán decir, y estoy de acuerdo, pero dejen que ellos experimenten ese peligro y luego tomen por sí mismos la decisión pertinente. Supongo que también comprenderán, que una institución con estos rasgos tiene, al mismo tiempo, terror al fracaso de sus estudiantes; es más, considero que tiene más miedo al aplazo que los mismos chicos. Ellos lo saben, por eso no se preocupan, total ‘las saco todas en diciembre.’

Retomo la idea de libertad, porque espero que esa sea la bandera que siempre enarbole el aula en el que dicte clases. Con ella no me refiero solo a la libertad de expresión, sino también a la libertad de crearse en cada idea que comparto, de encontrarme en cada argumento que refuto, en cada respuesta original; libertad para buscar las respuestas dentro de uno mismo y expresarlas como camino acertado a la par de muchos otros caminos que existen. Libertad para responder una pregunta en forma de poesía, o con un dibujo, para mezclar las consignas, para inventar palabras. Libertad para plasmar en el trabajo oral, gestual y escrito, aquello que solo ese individuo puede decir y ningún otro.

Lo que vale es la palabra auténtica, que siempre –y sin excepción- es novedad, porque proviene de lo más íntimo del joven. Esa palabra que solo él puede decir y nadie más, es él mismo, en toda su complejidad. No darles a entender esto a los adolescentes, es cerrarle la puerta directa al aprendizaje. Porque aquél conocimiento que no dice algo sobre el joven que lo aprendió, entonces debería llamarse de otro modo, pero nunca conocimiento. La vida es un camino para conocerse a uno mismo, así como todos somos distintos, el aprendizaje también lo será.

Siempre les digo a los chicos que la vida es intransferible, otro no puede vivir mi vida, no puede experimentar tampoco mi muerte. Libre y responsable será aquél que se anime a transitar ese camino con plena conciencia de que es un camino único. Yo solo estoy ahí, para animarlos a que pongan ese transcurrir en palabras, que lo hagan texto, idea, reflexión, lo comuniquen y luego, sigan creando.

Anímense a indagar el detalle de la diferencia: sutil, único, simple, que al potenciarlo se convierte en una fuente inagotable de asombro para el docente.

(Siempre está)


Julia.-


viernes, 7 de junio de 2013

Llegar a Nietzsche

Estoy yendo a un curso titulado ¿Para qué sirve la filosofía? dictado por Dario Sztajnszrajber. En la última clase charlamos sobre 'lo apolíneo y lo dionisíaco' - tema que trata Nietzsche en su primer obra 'El origen de la tragedia.' Dejo a en negrita las reflexiones y frases que tomé como apuntes de la clase y a continuación, un viejo trabajo que realicé hace un tiempo sobre la misma obra. 

¡La de Nietzsche es filosofía de la linda!


'El ser es mucho, vivir es mucho.' 'Apolo es la palabra, es filtro, mediación. Porque la realidad -Dionisio- es insoportable.' 'Somos un entre entre Apolo y Dionisio.' '¿Nos apolinizamos?' ¿En qué momentos nos permitimos ser dionisíacos y percibir la realidad así, tal cual es? ¿Pasa eso? .-



¿La realidad es tragedia o perfección?

Paul Valéry dijo muy acertadamente “uno nace varios y muere uno solo.” Es la juventud el momento de nuestras vidas en el cual se expresa con su máxima potencia la fuerza de la variedad que somos capaces de albergar. Esta obra de Nietzsche, uno de sus primeros ejercicios en la escritura, logra plasmar las múltiples posibilidades de ese ‘uno solo’ que terminaría siendo.

Todavía se mostraba un tanto apacible y no tan enojado con el mundo, ¿habrá sido acaso el optimismo característico de aquél que todavía no ha sido desilusionado por la vida? Aunque el tema central del su trabajo era el drama y la tragedia, la prosa fluye entre el interés y la novedad filosófica de un modo tan atrayente que logra dejar de lado lo trágico del asunto que le concierne.

¿Será que el arte y la estética nos elevan de tal modo que incluso el sufrimiento es meritorio de cierto encanto ante nuestra percepción? ¿Será que Apolo ha hecho un buen trabajo en nuestro ser que el encuentro con las pulsiones esenciales de este mundo, Dionisíaco en su interior, no logran desestabilizar por completo nuestra conciencia? ¿Nos hemos convertido en seres insensibles al terror, acostumbrados a esquivar la fuerza destructora de la verdad?

Son necesarios cuatro años de filosofía para luego encontrarte con Nietzsche y volver a comenzar. La lógica se empeña por hacer del filósofo un argumentador audaz, construimos con cada silogismo estructuras firmes que nos garanticen certezas, proposiciones que puedan ser juzgadas como verdaderas; nuestro entendimiento se esfuerza por aprender a captar pulcras esencias, abstraer específicos conceptos; nuestra mente contemplativa realiza un esquema monumental y a eso le llamamos una representación acabada de la vida. Cuando creíamos que ya habíamos apresado al mundo en nuestra razón, Nietzsche nos abruma con su canto: ¡Es que le hemos dado la espalda a la vida durante todos estos años!

¿Y qué es la vida? ¿Por qué la olvidamos? La vida es tragedia, es dolor, es sufrimiento, desidia, insatisfacción. Sólo el poder embriagador de Dionisio es capaz de arrebatarnos con furia hacia la estremecedora verdad, solo a través de él podemos mirarla a la cara. Desestabilizador encuentro, a partir del cual, quizás en un intento de equilibrio, Apolo se encarga de apañar al hombre turbado, valiéndose de sus “apariencias radiantes.”

Dos principios que luchan por el hombre, uno lo eleva hacia la terrible verdad, otro lo conduce hasta la apacible apariencia. ¿Quién osa animarse a acercarse al abismo? ¿Quién desea experimentar el vértigo del precipicio? Mientras más se sumerja el hombre en la mesura apolínea, olvidándose de su esencia estética para considerarse específicamente ético, más lejos quedarán las verdaderas experiencias humanas, aquellas que se surgen cuando se deja guiar por el ritmo y el pulso del tambor.
  
Es la música la verdadera representación de la vida, lejos quedan los intentos del lenguaje por homologar su capacidad de transmisión; “el lenguaje, como órgano y símbolo de las apariencias, no ha podido nunca, ni podrá jamás, manifestar la esencia íntima más profunda que la música.” Un lenguaje que se impone como esencial al hombre, representante de la razón en cada uno de los filósofos de la Grecia Clásica. Irrumpe Sócrates como modelo de hombre teórico y sobre él –y el poder de la palabra y del concepto- se edificará la historia de occidente.

Dice Nietzsche: “En los ojos de Sócrates nunca brilló el entusiasmo artístico.” Significa para nuestro filósofo el comienzo de la vida científica en detrimento del arte y de la estética. ¿Cómo podría la ciencia manifestar lo más profundo, cuando claramente se queda en la superficie de la realidad? Realidad que implica algo más que un la formal sistematización lógica que surge con Sócrates y nos acompaña hasta la actualidad.

El conocimiento de lo trágico es esencialmente distinto del conocimiento científico, contrapuestos y contradictorios este punto se destaca en el claro optimismo de las afirmaciones socráticas que trastocan al mismo tiempo los cánones de estética. La ‘desmesura’ de Apolo que profesa directamente su contrario, ha roto el equilibrio y encerrado toda posibilidad de que Dionisio salga a la luz. ¿Queda alguna posibilidad para la tragedia? ¿Para la verdadera experiencia del mito? ¿Para enfrentar los secretos de la Voluntad?

La tragedia está oculta pero continúa acechando, la inminencia de la desgracia duerme en el seno de la cultura teórica. ¿Cómo retomar el culto a Dionisio? Todavía se encuentra muy lejana la idea de un súper-hombre como superador de lo apolíneo, incluso Nietzsche no está pensando la solución en términos de individualidad –algo sumamente apolíneo en este texto- pero sí aparece con fulgor la actitud creadora que será luego característica de la superación del hombre, actitud que nos permite en este comienzo volver a relacionarnos con el mito de un modo no racional. 

En palabras del filósofo:

Esta aparición hacia el infinito, este aletazo del deseo, en el momento en que sentirnos el más alto goce de la clara percepción de la realidad, nos recuerdan que en esto dos estados debemos reconocer un fenómeno dionisíaco que, siempre y sin cesar, nos releva la satisfacción de un goce primordial, en el juego de crear y destruir el mundo individual; poco más o menos como Heráclito El Oscuro comparaba la fuerza creadora del universo al juego de un niño que se divierte en hacer construcciones de piedras o montones de arena para luego derribarlos.”[1]



[1] Friedrich Nietzsche, “EL ORIGEN DE LA TRAGEDIA,” Ediciones Terramar, Buenos Aires, 2008.

domingo, 2 de junio de 2013

Despertarse -


Abrís los ojos y con lo primero que te encontrás es con el techo, ¿Es el límite de tus sueños? ¿La condición de posibilidad de haber estado soñando? Los límites y las posibilidades se manifiestan siempre en eterna consonancia, tensión, frustración, ansiedad, conquista.

Parecería que cada día comienza algo nuevo, las frases célebres nos invitan a vivirlo como si fuera el último; a que cuando plantemos los pies sobre el frío piso, encaremos el esfuerzo de erguirnos mientras con convicción nos repetimos: ¿Cómo voy a enfrentar hoy lo que me depare la vida?

Mentira. Despertarse es lamentarse de no poder seguir durmiendo, es alterarse porque estoy llegando tarde, porque me olvidé de preparar las cosas para el trabajo. Lo primero que le pregunto al día es: ¿Llegará rápido el colectivo? – Poco poético mi encuentro con ‘lo nuevo,’ con la posibilidad latente.

Despertarse también es tomar conciencia. Hay días en los que al abrir los ojos simultáneamente se abre una puerta en mi mente y comienzan a aparecer cataratas de ideas. Una agenda de creatividad organiza y desorganiza mis días, arma y desarma, acomoda y revuelve todo. Creo nuevos esquemas, conecto nuevos conceptos, planifico, desintegro –todo pasa mientras miro el techo- Lo que hasta ayer creía establecido, hoy ya no es relevante. Abro nuevos caminos, nuevas formas de vivir el hoy y el mañana; lo nuevo, el futuro, lo que puede llegar a ser, lo que es, lo que ha sido.

Despertarse sin pensar en la hora y sí en proyectos divertidos, dándote herramientas para sentirte el hacedor de tu vida es una excepción de lo cotidiano, una suspensión del tiempo, un darse cuenta de la libertad creativa. No pasa seguido, pero cuando pasa, lo primero que hago al levantarme es agarrar un lápiz y hacer un boceto sobre mis nuevos planes.


El sueño cobra forma, al hacerlo se limita. Al limitarse, es posible.


Juli.-

martes, 28 de mayo de 2013

Vos


El problema es la libertad. Ese impulso que cuando descubrís te embriaga de vértigo porque sabés que no existe otra persona más que vos mismo para construir tu vida. Andamos, emprendemos camino, decidimos, preferimos… chocamos; nos encontramos con la contracara del vértigo, ésta no es sino más libertad: la libertad del otro.

¿Cómo hago para ser yo cuando el otro, libremente, quiere ser él? 

                                           Será cuestión de coincidir... y así todo queda librado al azar.


                                                                                                     Espero. No desespero.


Ju.-

miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Por qué hay?


Me toca hacerme cargo de una pequeña materia ubicada en el último año de profesorado de Filosofía. Los casi docentes atravesaron ya los mares filosóficos con esmero y trabajo, la abstracción y la capacidad de crear hipótesis y escenarios se pone en juego en las horas que me toca compartir con ellos para pensar en este caso la justificación de que el ser haya sido creado.

¿Pero eso no es un problema religioso? ¿Una cuestión de fe? ¿La ciencia ya no nos proporcionó la respuesta definitiva al respecto? No.

Gracias a la ciencia sabemos mucho del cómo, pero desafortunadamente –o para bien...- las últimas y más esenciales preguntas existenciales acerca del origen perduran sin respuesta definitiva. ¿Por qué estamos? ¿Por qué somos? ¿Por qué hay? ¿Por qué el ser y no la nada? Parafraseando a grandes filósofos de todas las épocas.

No sabemos por qué. ¿Importa? La radicalidad que implica la respuesta a esa pregunta está ligada directamente al sentido de la vida, sino incluso, a la posibilidad de que la misma tenga sentido. Navegando libremente por el ciberespacio encontré esto, cuyas fuentes desconozco...

« La posibilidad de que el origen de la vida con la aparición del ADN sea el puro azar es altamente improbable: el mismo ADN contiene la información para poder autorreproducirse, luego, anteriormente a él esta autoreproducción no es posible. Hoyle ha hecho el cálculo matemático del índice de probabilidad que tiene la vida de surgir de forma azarosa: “la probabilidad de que se produzca por casualidad una sola de las 200.000 proteínas que se dan cita en el cuerpo humano es igual a la que tiene una persona de resolver a ciegas el cubo de Rubik; pensar que el edificio de la vida se ha levantado al azar es tan irracional como esperar que un tifón recomponga correctamente un Boeing 747 despiezado y convertido en chatarra”. Existen científicos que aseguran que si todo cuanto existe fuese fruto del azar, el Universo todavía estaría ensayando posibilidades para dar con las formas más sencillas. Y, finalmente, podemos preguntarnos en qué recodo del devenir cósmico habría gestado el azar su contrario, es decir, la libertad.
Al fin y al cabo sólo nos quedan dos alternativas: o existe una Inteligencia Creadora, un origen superior, una finalidad, un sentido, una meta, una racionalidad; o no existe tal  Inteligencia Creadora y, por tanto, nos precede, nos espera, y nos acompaña la nada, el caos, el absurdo, el vacío, la irracionalidad. »

¿Somos un accidente? ¿Somos fruto del azar? ¿Estamos pero podríamos no estar? ¿Tiene sentido que estemos? ¿Se trata de ‘crear sentido’ o de ‘descubrirlo’? ¿Dependemos de algo, o de Alguien? ¿O se supone que debemos bastarnos a nosotros mismos?

Siempre les nombro a mis estudiantes adolescentes la experiencia de Nausea que describe Sartre, el existencialista hace referencia a esta sensación de que ‘nada tiene sentido,’ se enfrenta al nihilismo, a la falta de fundamentos y eso le da náuseas.

Siempre me causó simpatía por lo gráfico del término sartreano, pero cuando te ponés a pensar y experimentas racional y sentimentalmente el problema metafísico, empezás mirar a Sartre con resentimiento.



¿Es necesario el sentido para sobrevivir... o vivir bien? ¿Un sentido o tú sentido?


Jul.-

miércoles, 1 de mayo de 2013

Metamorfosis




Una de las preguntas que me encanta hacerle a mis estudiantes es: ¿Qué es la realidad? Me acuerdo que el día en que planifiqué ese tema por primera vez, senté a mi mejor amiga con un mate de por medio y le hice esa pregunta para ver si era posible llegar a algún lado. La experiencia fue fructífera y llevé esa pregunta al aula.

Es desconcertante, incluso frustrante, descubrir lo difícil que es dar respuesta a preguntas que parecen obvias. ¿Cómo qué es la realidad? ¡La realidad es.....! ¡Eso! ¡Esto! ¡Aquello! - ¿Pero qué es concretamente? Escribime una definición. – (Y ahí todo se torna demasiado divertido para el profesor de filosofía)

Otra que siempre enmudece a los chicos –y no tan chicos- es la pregunta que surge en toda clase de antropología: ¿Qué podemos decir sobre el hombre? ¡Que tenemos cuerpo y alma! - ¿Y qué es el alma? .............. cri cri. - ¿Cómo te das cuenta que tenés alma? .......... cri cri. Desconcierto total.

Volviendo al problema de la realidad, siempre insisto en él porque hay algo fundamental que se desprende del mismo: ¿La realidad es estática o se puede cambiar? Heráclito y Parménides; Platón con sus ideas inmutables, Aristóteles y su causa eficiente; la lista de respuestas no tiene fin. Respuestas que no pasan de moda, pero que no dejan de ser palabras de otros. Ahora, poner a un adolescente frente a este dilema implica una toma de postura crítica en relación a su vida y a su futuro: la realidad es lo que existe, lo que es, lo que tiene sentido... ¿Podría ser otra? ¿Sí o no? ¿Depende de mí ese cambio? ¿Hasta qué punto? ¿Qué voy a hacer al respecto?

El adolescente sueña, idealiza, cree ciegamente en un futuro mejor. Descubre con facilidad las injusticias, las incoherencias, las falacias del discurso; pero ¿realmente quiere hacerse cargo de lo que viene?

Cuando digo que soy profesora de filosofía tengo que hacer todo un rodeo para eliminar los prejuicios, no solo de la disciplina, sino también del trabajo con los jóvenes. El estigma de ‘la juventud está perdida’ nos acecha por donde quieras, incluso en el salón de clases; escribí, pensá, tomá apuntes, sacá conclusiones, ¡ponete las pilas! ¿Existe un límite?

Cada día que pasa te olvidás un poco lo que es ser más chico; sobre todo te olvidás de esos ideales, de cómo querías cambiar el mundo... de las camisetas que te pusiste el día que decidiste tu causa, tu futuro, tu motivo, tu sentido, tu realidad. Cada día que pasa se abre una brecha que imposibilita la comunicación entre generaciones; y eso es lo más grave que le puede suceder a un docente, porque educar es estrechar lazos, es comunicarse, es interactuar, conectar ideas. ¡Qué digo! Es lo más grave que le puede pasar a una sociedad democrática.

Siempre les digo a los chicos que para darnos cuenta que una pregunta es filosófica tenemos que pensar en que la respuesta que le demos a la misma nos cambia la vida. Las preguntas en torno a la educación y a la sociedad siempre nos dejan mudos en un primer momento, son esencialmente filosóficas porque su respuesta transforma la realidad. El próximo desafío es tener ganas de pensar en cómo transformarla para bien.

Hace algunos años tomé postura frente a estas preguntas, pensé mucho, me equivoqué, volví a pensar y decidí que mi trabajo sería enseñar a desterrar supuestos. Ese iba a ser el motivo que le daría sabor a mi vida, sentido a mi realidad, posibilidad de cambio a aquello que parece estar anquilosado. Cinco años después descubro que para poner en movimiento las ideas de los demás es imperioso que aprenda también a ser niña, adolescente y adulta al mismo tiempo. Desafíos si los hay.

¿Cuál es el tuyo? ¿Sos un convencido de que la realidad se puede poner en movimiento? ¿Qué haces para darle sabor, ponerle colores y transformarla?

Ju.-

lunes, 29 de abril de 2013

Crecer.


El tiempo solo existe para que te des cuenta que los ideales no son realidades. La concretización siempre es traición a la pureza, a la perfección de la idea.

El espacio solo existe para que te frustres, porque ese asombro cotidiano, el segundo en que te quedás sin respiración, la belleza... te deja sin palabras y por tanto, no puede volverse idea, no intentes apresarlo.

¿Somos seres de dos mundos? 
¡Por momentos y por espacios, no me sale vivir!


Por más que me esfuerce no encuentro universales ningún día a la semana, pero igual me convenzo de que los ideales residen en mi. No me resigno ante la frustración; vivo de cara a la belleza porque, más allá de que sea imposible asirla en mis manos, no es mera apariencia.

Crecí y aprendí a reconocer la plenitud de lo singular.


Ju.-

jueves, 18 de abril de 2013

Panfleto político


Un poco de realidad política ¿Mera opinión? Prefiero arriesgarme a tomar postura y debatir antes que quedarme de brazos cruzados. 

Ya volverá la poesía a este blog.


***

Creerán muchos que soy una petisa discutidora que no quiere cerrar el pico ¿estará en mis genes? Sin dudas. Pero no se equivoquen, no discuto por discutir: amante de la filosofía, mi vocación es un compromiso con la verdad. Ella empeña en escaparse, pero soy una terrible optimista dispuesta a razonar en pos de alcanzarla, ella es mi objetivo porque tengo la convicción de que en el dificil viaje por encontrarla puedo ir transformando mi realidad.

En el siglo V a.C. ni Aristóteles ni ninguno de sus conciudadanos podría haber dudado de su emblemática afirmación: “El hombre es un animal político.” ¿Nos resulta tan obvia hoy? El optimismo que embandero tiembla ante la mirada profunda de la realidad política de mi país; no minimizo al decir que se estremece más ante la inacción de mis pares ciudadanos que frente a las noticias de corrupción descarada que envuelven a los más altos cargos públicos. Más que animales políticos somos ingenuos superficiales, irremediablemente culpables de abandonar la esencia estrictamente política de nuestra dimensión social.

A veces pienso –en esa necesidad constante de justificarnos en algo- que terminé estudiando filosofía y pensando la política sólo por el hecho de ser argentina. ¿Qué hubiera sido de mí de haber nacido en otro espacio geográfico? Somos seres históricos, situados en un tiempo y un espacio que lejos de determinarnos en su sentido más estricto, sí cultivan nuestro ser de modo directo. Acá estoy, profesora por vocación o por necesidad social, llamémoslo como queramos.

A los dieciséis años aprendí los conceptos básicos que me acompañan hasta hoy en cuanto a pensamiento político se refiere: república, democracia, constitución nacional, libertad, estado de derecho. Calaron tan hondo en mí, que desde entonces tengo los ojos bien abiertos para defenderlos, enseñarlos, comunicarlos… en definitiva: vivirlos.

Una de las cosas más importantes que aprendí fue que la democracia permite que todos nos encontremos en el mismo nivel; en una sociedad democrática nadie es intocable, en un estado de derecho la ley aplica a cada uno de los ciudadanos –incluidos aquellos que desempeñan cargos públicos. También aprendí que el poder de los representantes reside en cada individuo y que la democracia no se caracteriza simplemente en emitir opinión en las urnas, sino sobre todo en gritar y ejercer la libertad de expresión cuando las instituciones no se respeten. Sé que somos débiles, que el poder engaña, entiendo que existen redes de corrupción desde antaño; precisamente por eso no voy a cerrar los ojos.

Nada me enerva tanto como la resolución simplista de frases trilladas y faltas de sentido como: “No importa que roben si defienden la democracia” “nadie es perfecto” “los otros también lo hacen” “¿Qué pensás, que vivís en Europa? ¡Esto es Argentina!” ¿Me permitís decirte algo? Esto es Argentina no porque los políticos se roben todo, sino porque a ciudadanos como vos les encanta que le saquen la plata en sus propias narices.

Empecé hablando de república y libertad, termino hablando de plata. ¡Qué vergüenza! ¡Los auto-convocados a las marchas en contra del gobierno solo van porque les tocan el bolsillo! ¡Burgueses! Me permito hacer un alegato que espero no suene exagerado, porque para mí es fruto de un sincero sentido común: ¿Qué nos pasó que creemos que el que nos toquen el bolsillo no es argumento válido para salir a manifestar? ¿Qué tan poco valor le atribuís a tu esfuerzo diario de salir a trabajar como para que no te parezca atroz que te roben lo que a buena honra ganaste? Y sí es robar, este año nos hemos desayunado ya dos tragedias –entre otras que no sabemos- por el hecho de que lo que recaudan de tu sueldo no va a parar al destino urgente y necesario por el cual pagamos impuestos. 100 personas –en números oficiales- suman las víctimas de Once y del desastre de La Plata, víctimas de un estado ineficiente y ladrón, de un estado que se encargó de difamar la corrupción de la década pasada mientras se está llevando el triple; un gobierno –perdón, gobierno y estado no son lo mismo pero a esta altura de la historia LAMENTABLEMENTE se confunden- que se atrinchera a la causa de los pobres aplicando medidas que jamás los sacarán de la pobreza (“a los pobres los quieren… sí, bien pobres”), a la causa de la democracia instaurando un discurso en el que abundan las chicanas y se ausentan los argumentos.

Estoy enojada. Enojadísima. El 2 de Abril cuando pensaba en la Guerra de Malvinas festejada y aplaudida por la sociedad, no pude dejar de pensar en la historia cíclica de este país. Salvaguardando las distancias –no estamos en ese espantoso tipo de guerra- seguimos siendo los mismos ciegos que en el presente todo le viene bien, todo es digno de ser aplaudido. 10, 20 o 30 años después estamos pagando los platos rotos ¿Quiénes? Las generaciones que ni siquiera tuvieron voz ni voto en ese aplauso. Hoy aplaudimos… ¿Estaremos dentro de 20 años tapados de remordimiento y vergüenza? Fijate, hoy, quince años después, a Menem “nadie lo votó”. ¿Podés imaginarte el panorama futuro?

¿Cómo vas a ver a tus hijos a los ojos? ¿Les vas a entregar una tierra, un país, una sociedad de la cual te hayas hecho responsable? ¿Cuándo te pregunte dónde estuviste el 18 de Abril de 2013, le vas a poder decir que fuiste protagonista o por lo bajo asumirás que has decidido ser un cómplice?

No hay que esperar años para que se haga justicia, eso es un mito que ellos quieren que vos creas. Exigí, porque tenés voz y voto por el simple hecho de que sos libre.


Pocos nos animamos a la libertad.


Libertad para buscar la verdad, búsqueda que te compromete con la realidad, que te hace un ciudadano con todas las letras.


Julia Tartaglia.-

sábado, 2 de marzo de 2013

Antes y después, lo mismo.


Hace tres años dije:
Ningún proyecto está acabado sin el amor que lo lustre y le saque brillo. Ninguna traba es tan difícil de afrontar si el amor te susurra palabras de aliento. Ninguna persona se desarrolla íntegramente si no experimenta la maravilla de hacer feliz a otro y dejarse ser feliz gracias a otro. 

Hoy digo:

Tan extraño,
esencial,
misterioso,
mágico,
lejano,
trágico, 
bello,
libre,
histórico,
cálido,
místico,
vital.

El amor.


Julia.-

lunes, 11 de febrero de 2013

Hegelian love


Let’s talk about Hegelian love.


Lo primero es lo incondicional. La seguridad. La entrega. Lo inmediato es el encuentro, las historias. Lo profundo es el abrazo. La certeza es la eternidad. Unidad originaria, idéntica a sí misma, no admite contradicción; todo está dicho porque todo está ahí mismo, delante de nuestros ojos. Simpleza.

Pero la historia humana es lucha, es vida antagónica. La diferencia se abalanza contra nosotros porque la mismidad inmediata no existe para perdurar, lo eterno era mentira, la simpleza no es la esencia de la realidad. Te vas, te alejas, lo ves de afuera. Lo segundo es la contradicción.

Esta es la noche de tu conciencia. Tocas fondo porque lo que creías que te determinaba ya no está para brindarte seguridad. Tu todo es ahora la nada. ¿A qué me aferro? No se manifiesta lo profundo, ni siquiera en un abrazo. Nada sincero, nada fijo, nada certero más que la complejidad. Te volcás en el pasado, en el presente, en el futuro… ¿Dónde estás? Incertidumbre.

Volvés. Siempre se regresa a uno mismo, para descubrirse en su verdad. No somos eso primero, tan inmediato, fácil y mentiroso. Pura apariencia de certeza sensible, de verdad absoluta que no se conoce, que no se sabe a sí misma. En la noche, en la oscuridad, en el ocaso de todo lo que creías tuyo… no queda más que el encuentro con uno mismo. Vacío. Solo estoy yo, esto es lo que soy.

Reconocerse y retornar. Soy ese amor atolondrado, que se equivoca pero retoma las riendas de su vida. Soy el error que quiere perpetuar su existencia para afirmarse como verdadero, para reconciliarse con lo real, encontrarlo, conocerlo. Posición, oposición, composición; tres instantes de una vida, tres estadíos en constante movimiento. Tesis, antítesis, síntesis. ¿Cuál de estos es el momento de la felicidad?

El objetivo es reencontrarte.

El amor no es unificación.

Las apariencias engañan.

La verdad es un viaje.


¿Existe una síntesis final?




Julia.-

11-02-2013
03.49 am.

domingo, 10 de febrero de 2013

¡Filosofía barata y zapatos de goma!




Es una verdad reconocida por todo el mundo que toda definición de filosofía termina siendo muy pobre. En mi primer día de profesorado, mi director le dijo al curso: “No hay cosa más terrible para un profesor de filosofía que contestar la pregunta por lo que la filosofía sea.” Sabias palabras, señoras y señores.

Es simple definir las demás disciplinas y ciencias, incluso etimológicamente resulta sencillo, prueben con la biología, la física, la matemática, la literatura… Pero cuando buscamos la etimología de filosofía nos encontramos con un superficial y poco entendible “amor a la sabiduría.” No sabemos de objetos de estudio, de métodos y circunscripciones al campo científico. Encontrarse con la filosofía y comprenderla es la tarea final de todo curso filosófico e implica un arduo camino. Así somos los de este lado, no nos comprende ninguna definición, no nos entiende el diccionario. ¡Qué complejos!

En la filosofía todo empieza mal porque lo inmediato hay que dejarlo para después. Entras al aula, presentas la materia y te quedás sin palabras tan solo frente a la primera pregunta: ¿Qué es la filosofía?

Ahora, hay otra verdad reconocida por todo el mundo, y esta es: para el docente, no está delimitado el rango de posibles educandos. Sí, somos educadores en todo tiempo y espacio. Desafíos vocacionales que abundan en posibilidades e incertidumbres de escenarios y personajes posibles.

Así fue que un domingo a la madrugada me encontré con la pesadilla de todo profesor de filosofía -multiplicada exponencialmente porque había tomado algo de cerveza- Yo solo quería llegar a mi casa y dormir, pero no. El señor taxista tenía que sacar conversación y le puse onda porque… no sé por qué. Sepan lo siguiente, esta no es la primera vez, pude haber sido más astuta, mentir; pero las palabras salieron solas de mi boca ¡Atolondrada!

¿Te fuiste de vacaciones?
- Unos días, antes de que me agarre la culpa de no estar estudiando.
- Ah, ¿te llevaste materias?
- (Cara de: “Ja, no tengo 16 años” + Risas) No, estoy en la facultad. (Más risas para opacar la vergüenza)
Y… ¿Qué estudias?
- (¿Por qué? ¿POR QUÉ?) Profesorado de Filosofía……
- 
- (Ya sé que querés preguntarlo, dale.)
- (Timidez) Mirá… justo mi hija me preguntó el otro día: ¿Papá, qué es la filosofía? Y yo le contesté: ¡A mí me preguntas esas cosas!
- Claro, es difícil definir la filosofía, lo peor que nos pueden hacer es preguntarnos eso. (Traducción: no pienso contestarte)

Pero bueno, le contesté, porque precisamente eso es el amor a la sabiduría. Un amante de la verdad no puede dejar sin contestar una pregunta, o por lo menos intentarlo. Improvisé una clase de 20 minutos arriba de un taxi en la cual mi estudiante hizo preguntas muy interesantes; descubrí a través de ellas sus conocimientos previos: conectaba la filosofía con los griegos, con la mitología, entendía que eran distintas pero no sabía muy bien por qué. Le hablé de etapas históricas y de preguntas existenciales. Recalqué que todos somos filósofos porque todos nos preguntamos y cómo la filosofía intentaba dar respuestas racionales. Me dejé llevar un poco… Lamentablemente no llegamos a argumentos ontológicos y pruebas sobre la existencia de Dios, tampoco pude recalcar el problema metafísico, ni nombrar las antinomias de la razón pura.

Como siempre, la docencia te deja los más gratificantes frutos, el tachero me felicitó por “el léxico preciso” que utilicé y me llenó de ganas de estudiar cuando me dijo con sinceridad que daba muchísimo gusto escuchar con la energía que explicaba, “yo entendí todo todo lo que vos dijiste” agregó. Se despidió con esta frase: “¡Mañana voy a despertar a mis hijos a las 8 de la mañana y les voy a explicar todo lo que aprendí hoy!”

Así es el saber, así son las ideas, regocijan en la mente y en el encuentro… por algo decidí también abrir este blog. Hoy son tres personas las que saben que son filósofos porque pueden preguntarse por el sentido, la existencia, la libertad y Dios.

La filosofía te busca y te encuentra en los lugares (y horarios) menos pensados.




¡Compartan su saber!




Julia.-

Estoy pensando en empezar a hacerme pasar por estudiante de Ciencias Económicas. ¡La vida sería tan simple!

viernes, 8 de febrero de 2013

¡No somos fruta!



Cuando surgieron estas reflexiones me estaba retando a mí misma, suceso poco común para una conciencia libertina como la mía, que vive justificando su vagancia alegando con tonos de orgullosa autoridad: “yo funciono mejor bajo presión.”

En fin, me estaba retando… sí, porque empecé a volar soñando con títulos y postítulos alcanzados en lugares remotos del mundo, la sonrisa en la cara repitiéndose a sí misma “qué lindo sería”; de pronto, mi mirada se posó sobre la pila de libros que no estoy leyendo y lo que eso representa: el trabajo que no empecé a escribir.

¡INMADURA! Te basta con soñar posibles que se transforman en imposibles desde el mismísimo momento en el que preferís tus ideas voladoras a controlar tus responsabilidades presentes.

Mi mente me dijo eso entre mil cosas más. Pero sobre todo, me dijo inmadura. Y entonces yo reté a mi mente –me tomo esos atrevimientos a veces porque en mi vida prácticamente reto a todo lo que se cruza por mi camino-

¿Vos me decís inmadura a mí? ¡A ver si sos tan viva! ¿Qué es madurar? Porque yo tengo muy en claro que si madurar se trata de ciertas cosas, es muy probable que me rehúse a hacerlo y aún menos a sentirme ofendida si debo ser rotulada de inmadura.

¿Madurez es adultez? ¿Es responsabilidad? ¿Es ser serio? ¿Dejar de llorar? Parecería que la madurez es una meta a alcanzar por todos, pero yo me pregunto quién habrá sido el que pintó la línea de llegada. Todos sabemos cuándo una fruta está madura, llegó a su punto, terminó su proceso; pero es muy fácil, porque –perdón reino vegetal- pero todas las manzanas son iguales. Nosotros no somos frutas.

Jáctense de la madurez, regodéense de sus procesos terminados y señalen a aquellos que cruzan tarde la meta. Yo entiendo que nadie me conoce, ni yo me conozco; no sé de procesos con inicios y llegadas… solo de pasados, presentes y sueños. No me interesa tu meta, ni tus promedios y records, nadie sabe de mis heridas ni de lo que deberán tardar en curarse.

Madurar no es cuestión de tiempos ni de estadísticas, es estar bien con uno mismo. Yo no quiero madurar si para vos eso implica que deje de hablar en diminutivo, cantar a los gritos, sentirme cómoda haciendo dibujos con las Fabercito y las JOVI, dejar de dormir con una oveja de peluche y poner cara de esperanzada cuando miro una nube. No pienso dejar de llorar una vez por mes, ni de ver películas de Disney; tampoco tengo planes para mi futuro más próximo de alcanzar la estatura promedio para mi edad (como si eso dependiera de mí J) Sin embargo, me siento grande.

Me siento así, porque para mí la madurez es ser libre de las expectativas y aspiraciones de los otros, para dedicarme a mis tiempos, comprenderlos, dejarlos ser como soy yo misma. Es también ayudarme a ponerme bajo presión y así animarme a reinventarme. Madurez es retarme utilizando como parámetro lo máximo que puedo dar yo, no el resto.

No somos frutas, no venimos prefabricados, no hay un techo para tu desarrollo… tampoco se acaba tu tiempo.




No te compares con nadie.







Juli.-