miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Por qué hay?


Me toca hacerme cargo de una pequeña materia ubicada en el último año de profesorado de Filosofía. Los casi docentes atravesaron ya los mares filosóficos con esmero y trabajo, la abstracción y la capacidad de crear hipótesis y escenarios se pone en juego en las horas que me toca compartir con ellos para pensar en este caso la justificación de que el ser haya sido creado.

¿Pero eso no es un problema religioso? ¿Una cuestión de fe? ¿La ciencia ya no nos proporcionó la respuesta definitiva al respecto? No.

Gracias a la ciencia sabemos mucho del cómo, pero desafortunadamente –o para bien...- las últimas y más esenciales preguntas existenciales acerca del origen perduran sin respuesta definitiva. ¿Por qué estamos? ¿Por qué somos? ¿Por qué hay? ¿Por qué el ser y no la nada? Parafraseando a grandes filósofos de todas las épocas.

No sabemos por qué. ¿Importa? La radicalidad que implica la respuesta a esa pregunta está ligada directamente al sentido de la vida, sino incluso, a la posibilidad de que la misma tenga sentido. Navegando libremente por el ciberespacio encontré esto, cuyas fuentes desconozco...

« La posibilidad de que el origen de la vida con la aparición del ADN sea el puro azar es altamente improbable: el mismo ADN contiene la información para poder autorreproducirse, luego, anteriormente a él esta autoreproducción no es posible. Hoyle ha hecho el cálculo matemático del índice de probabilidad que tiene la vida de surgir de forma azarosa: “la probabilidad de que se produzca por casualidad una sola de las 200.000 proteínas que se dan cita en el cuerpo humano es igual a la que tiene una persona de resolver a ciegas el cubo de Rubik; pensar que el edificio de la vida se ha levantado al azar es tan irracional como esperar que un tifón recomponga correctamente un Boeing 747 despiezado y convertido en chatarra”. Existen científicos que aseguran que si todo cuanto existe fuese fruto del azar, el Universo todavía estaría ensayando posibilidades para dar con las formas más sencillas. Y, finalmente, podemos preguntarnos en qué recodo del devenir cósmico habría gestado el azar su contrario, es decir, la libertad.
Al fin y al cabo sólo nos quedan dos alternativas: o existe una Inteligencia Creadora, un origen superior, una finalidad, un sentido, una meta, una racionalidad; o no existe tal  Inteligencia Creadora y, por tanto, nos precede, nos espera, y nos acompaña la nada, el caos, el absurdo, el vacío, la irracionalidad. »

¿Somos un accidente? ¿Somos fruto del azar? ¿Estamos pero podríamos no estar? ¿Tiene sentido que estemos? ¿Se trata de ‘crear sentido’ o de ‘descubrirlo’? ¿Dependemos de algo, o de Alguien? ¿O se supone que debemos bastarnos a nosotros mismos?

Siempre les nombro a mis estudiantes adolescentes la experiencia de Nausea que describe Sartre, el existencialista hace referencia a esta sensación de que ‘nada tiene sentido,’ se enfrenta al nihilismo, a la falta de fundamentos y eso le da náuseas.

Siempre me causó simpatía por lo gráfico del término sartreano, pero cuando te ponés a pensar y experimentas racional y sentimentalmente el problema metafísico, empezás mirar a Sartre con resentimiento.



¿Es necesario el sentido para sobrevivir... o vivir bien? ¿Un sentido o tú sentido?


Jul.-

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