Un poco de realidad política ¿Mera opinión? Prefiero arriesgarme a tomar postura y debatir antes que quedarme de brazos cruzados.
Ya volverá la poesía a este blog.
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Creerán muchos que soy una petisa
discutidora que no quiere cerrar el pico ¿estará en mis genes? Sin dudas. Pero
no se equivoquen, no discuto por discutir: amante de la filosofía, mi vocación
es un compromiso con la verdad. Ella empeña en escaparse, pero soy una terrible optimista dispuesta a
razonar en pos de alcanzarla, ella es mi objetivo porque tengo la convicción de
que en el dificil viaje por encontrarla puedo ir transformando mi realidad.
En el siglo V a.C. ni Aristóteles
ni ninguno de sus conciudadanos podría haber dudado de su emblemática
afirmación: “El hombre es un animal político.” ¿Nos resulta tan obvia hoy? El
optimismo que embandero tiembla ante la mirada profunda de la realidad política
de mi país; no minimizo al decir que se estremece más ante la inacción de mis
pares ciudadanos que frente a las noticias de corrupción descarada que envuelven
a los más altos cargos públicos. Más que animales políticos somos ingenuos superficiales,
irremediablemente culpables de abandonar la esencia estrictamente política de
nuestra dimensión social.
A veces pienso –en esa necesidad
constante de justificarnos en algo- que terminé estudiando filosofía y pensando
la política sólo por el hecho de ser argentina. ¿Qué hubiera sido de mí de
haber nacido en otro espacio geográfico? Somos seres históricos, situados en un
tiempo y un espacio que lejos de determinarnos
en su sentido más estricto, sí cultivan nuestro ser de modo directo. Acá estoy,
profesora por vocación o por necesidad social, llamémoslo como queramos.
A los dieciséis años aprendí los
conceptos básicos que me acompañan hasta hoy en cuanto a pensamiento político
se refiere: república, democracia, constitución nacional, libertad, estado de
derecho. Calaron tan hondo en mí, que desde entonces tengo los ojos bien
abiertos para defenderlos, enseñarlos, comunicarlos… en definitiva: vivirlos.
Una de las cosas más importantes
que aprendí fue que la democracia permite que todos nos encontremos en el mismo
nivel; en una sociedad democrática nadie es intocable, en un estado de derecho
la ley aplica a cada uno de los ciudadanos –incluidos aquellos que desempeñan
cargos públicos. También aprendí que el poder de los representantes
reside en cada individuo y que la democracia no se caracteriza simplemente en
emitir opinión en las urnas, sino sobre todo en gritar y ejercer la libertad de expresión cuando las instituciones
no se respeten. Sé que somos débiles, que el poder engaña, entiendo que existen
redes de corrupción desde antaño; precisamente por eso no voy a cerrar los
ojos.
Nada me enerva tanto como la
resolución simplista de frases trilladas y faltas de sentido como: “No importa
que roben si defienden la democracia” “nadie es perfecto” “los otros también lo
hacen” “¿Qué pensás, que vivís en Europa? ¡Esto es Argentina!” ¿Me permitís
decirte algo? Esto es Argentina no
porque los políticos se roben todo, sino porque a ciudadanos como vos les
encanta que le saquen la plata en sus propias narices.
Empecé hablando de república y
libertad, termino hablando de plata. ¡Qué vergüenza! ¡Los auto-convocados a las
marchas en contra del gobierno solo van porque les tocan el bolsillo! ¡Burgueses! Me permito hacer un alegato que
espero no suene exagerado, porque para mí es fruto de un sincero sentido común:
¿Qué nos pasó que creemos que el que nos
toquen el bolsillo no es argumento válido para salir a manifestar? ¿Qué tan
poco valor le atribuís a tu esfuerzo diario de salir a trabajar como para que
no te parezca atroz que te roben lo que a buena
honra ganaste? Y sí es robar, este año nos hemos desayunado ya dos
tragedias –entre otras que no sabemos- por el hecho de que lo que recaudan de
tu sueldo no va a parar al destino urgente y necesario por el cual
pagamos impuestos. 100 personas –en números oficiales- suman las víctimas de
Once y del desastre de La Plata, víctimas de un estado ineficiente y ladrón, de
un estado que se encargó de difamar la corrupción de la década pasada mientras
se está llevando el triple; un gobierno –perdón, gobierno y estado no son lo
mismo pero a esta altura de la historia LAMENTABLEMENTE se confunden- que se
atrinchera a la causa de los pobres aplicando medidas que jamás los
sacarán de la pobreza (“a los pobres los
quieren… sí, bien pobres”), a la causa de la democracia instaurando un
discurso en el que abundan las chicanas y se ausentan los argumentos.
Estoy enojada. Enojadísima. El 2 de
Abril cuando pensaba en la Guerra de Malvinas festejada y aplaudida por la sociedad, no pude dejar de pensar en
la historia cíclica de este país. Salvaguardando las distancias –no estamos en ese espantoso tipo de guerra- seguimos
siendo los mismos ciegos que en el presente todo le viene bien, todo
es digno de ser aplaudido. 10, 20 o 30 años después estamos pagando los
platos rotos ¿Quiénes? Las generaciones que ni siquiera tuvieron voz ni voto en
ese aplauso. Hoy aplaudimos… ¿Estaremos dentro de 20 años tapados de
remordimiento y vergüenza? Fijate, hoy, quince años después, a Menem “nadie lo
votó”. ¿Podés imaginarte el panorama futuro?
¿Cómo vas a ver a tus hijos a los
ojos? ¿Les vas a entregar una tierra, un país, una sociedad de la cual te hayas hecho responsable? ¿Cuándo
te pregunte dónde estuviste el 18 de Abril de 2013, le vas a poder decir que
fuiste protagonista o por lo bajo asumirás que has decidido ser un cómplice?
No hay que esperar años
para que se haga justicia, eso es un mito que ellos quieren que vos creas. Exigí,
porque tenés voz y voto por el simple hecho de que sos libre.
Pocos nos animamos a la libertad.
Libertad para buscar la verdad,
búsqueda que te compromete con la realidad, que te hace un ciudadano con todas
las letras.
Julia Tartaglia.-
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