jueves, 8 de noviembre de 2012

Reflexiones patrióticas


Me molestan sobremanera las palabras estancadas, esos conceptos que por su forma y contexto parecen decirlo todo, pero que carecen de contenido. Son como tipografías vacías de color, desnudas de textura. Pura forma… ¿formalidad? Me da la sensación de que el mero suponer o dar por hecho que tal concepto es sublime u honorable es lo que nos hace entronarlos y adorarlos sin animarnos a preguntarle a él mismo qué es lo que quiere decir. No nos damos cuenta que si no charlamos con los conceptos no podemos hacerlos significativos, no podemos conocer. Lo único que logramos es sacar el tapón y permitir que su sentido se diluya… se pierda.

Nos dicen que hay conceptos que no se aprehenden pero que sí se sienten, se experimentan; luego es muy complicado poner en palabras todas las emociones que comprende un concepto y por eso preferimos dejar a un lado la ardua tarea de definición.

Una palabra que nunca me animé a comprender es la palabra patria. Toda su solemnidad y ritualismo impone un respeto que ahuyenta las preguntas, da miedo no entenderla porque a nadie le gustaría ser tildado de traidor, mejor no intentemos comprender. Pero eso sí, hay que amarla; porque todos dicen que eso es un valor.

Fechas patrias, amor a la patria, madre patria, símbolos patrios, valores, historia. La Patria no es la bandera, no es tu país, ¿es la gente? ¿Es la tierra? ¿Es la misma para todos los argentinos? ¿QUÉ ES? La Real Academia Española decidió iluminarme y me contó que la patria es la tierra natal o adoptiva a la que uno se siente ligado por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. ¿Si no tengo amor a la patria entonces no es mi patria? No me estoy haciendo la tonta, si lo creen así entonces queridos lectores definan ahora mismo la palabra patria

No sé lo que es, pero debe ser algo. La pobre palabra suele enojarme mucho porque tengo la sensación de que muy pocos se animan a definirla y sin embargo se llenan la boca diciendo que actúan en su nombre. No sé qué es la patria, sé que nací en Argentina –eso dicen los papeles. Conozco mi historia, a las personas que lucharon por un nombre, por un ideal, por la libertad. Me han contado sobre todos los proyectos de nación (otra palabra interesante) que reposaron sobre este suelo, sobre las guerras, disputas, consensos y violaciones. Nací acá, esta cultura me rodea y no otra, eso es bastante ¿no?

Sé de muchos que denuncian el vacío de la palabra patria, también sé del dolor que los envuelve. Dolor que comparto y que surge de haber nacido en este lugar, establecido los lazos más importantes de tu vida y que sin embargo no se respeten los valores que uno lleva tatuados en el corazón. Dolor de que la patria me sea ajena porque no la reconozco como construcción constante, actual, crítica y auténtica. Dolor porque el hecho es que no puedo deshacer mi argentinidad.

En estas palabras pretendo abrazar a todo argentino que se anime a denunciar el vacío de los conceptos que pretenden ser los constitutivos de nuestra identidad, descubro en ellos seres más auténticos y comprometidos con la realidad en relación a los otros, que agachan la cabeza ante un discurso. Quiero descubrir y rodearme de gente que parta de acá para descubrir un nuevo sentido, construirlo.

Cuando estaba en quinto año llevé con orgullo la bandera de ceremonias y pronuncié de corazón el juramento, recuerdo el último himno que canté alzándola, tan emocionante… En ese entonces sentí y experimenté, lo cual hace que se torne demasiado significativo para mí encontrar una respuesta, la patria algo debe ser. En un deseo de hacer pie decidí que para mí la patria debe tener algo que ver con los valores que encarnan y transmiten las personas que comparten una misma tierra –algo más que mero espacio físico- ¿Será que no estamos compartiendo ningún valor y por eso nos es tan difícil entender lo que la patria sea? ¿Los argentinos, tenemos códigos? ¿Los respetamos? ¿Qué valor somos? ¿Qué somos?

Hoy no entiendo a mi patria, me siento tan Charly García en Botas locas, cantando “si ellos son la patria yo soy extranjero.” No hablo de discursos políticos, me refiero tan solo al hecho de pedirle amablemente a un señor que apague la música fuerte en el colectivo y que él me responda con una sarta de insultos que no me voy a molestar en transcribir. Esa relación tenemos, nadie nos creería que compartimos un mismo suelo.

La cuestión es que me hice educadora, es mi deber construir ciudadanos responsables. Por eso, aunque hoy no la comprendo, quiero hacerlo, quiero crearla. Pongo mi empeño en mi patria que añoro sea educación, prosperidad, libertad. Para lograrlo educo, produzco y promulgo la libertad  como herramienta necesaria para que cada uno se anime a pensar en su valor y con él transforme esta tierra.

Si le ponemos valor a nuestro trabajo –nuestro medio para transformar la realidad-  vamos a ver resurgir aquellos conceptos estancados en una nueva significación. De esto pueden estar seguros: nadie lo va a hacer por nosotros. ¡Hablen con las palabras!



Julia.-

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