Es tan físico, material y
concreto el hecho de que fácticamente soy mi mamá y mi papá, que no me parece
una locura buscarme y encontrarme en ellos. En cada rasgo, causa y motivo de
mis decisiones, gustos y preferencias, quiero rendir honor a lo que no es más
que esta constitución genética, plenamente heredada.
Un día, así sin buscarlo, estaba
comprando unas cosas acá por mi pueblo y la señora que me atendía me preguntó
qué estudiaba. “Filosofía”, le dije, “digna hija de tu padre” me contestó. Esas
simplezas me dan sostén. Amo la historia y abrazo la mía. Me encanta
experimentar esa sensación de serme fiel y serle fiel al sueño de dos personas.
Sin embargo, el camino que lleva
al conocimiento de nosotros mismos es prácticamente un camino de toda la vida,
y aunque ellos nos dan muchas pistas, son innumerables las veces en las que nos
perdemos en la niebla de esta nueva combinación que somos, de las nuevas
circunstancias que debemos pasar, de los nuevos tiempos, colores y aromas. ¿Nuevas
formas de amar? Gracias a la vida, el amor es siempre el mismo y ellos ya me lo enseñaron.
Las palabras me son heredadas de
mi papá. Él escribió hace muchos años:
Crecer, meterse en lo profundo de mí para descubrir los porqué, los
cómo, los dónde, para encontrarme conmigo mismo, este desconocido ser que se
completa en aparecer y desaparecer, en callar y en hablar, en amar y en odiar.
Si, buscar la perfección conociendo lo imperfecto (la tinta que plasma
imágenes irreales con palabras fantasmas y silencios de ausencias).
Conociéndote en tu misterio de soñar; y ser capaz de dibujar y encerrar
en el pentagrama mágico de la poesía un poco de la timidez que escupes al
mundo.
Somos así, empezamos un camino y terminamos otro, añoramos seguridades
e inquietamos futuros insertándonos en la célula original del movimiento, que
late.
Y estamos vivos viviendo
Muertos
muriendo.-
Oscar
Tartaglia.-
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