Estoy pensando en
el pasado, presente y futuro.
Pensar el tiempo es
desconcertante; él mismo es quien no te permite asirlo con las manos,
sostenerlo, observarlo, meditarlo. Está dicho desde la época clásica: lo que se
mueve no puede conocerse; así fue que la filosofía intentó durante miles de
años detener la vida, pensarla fuera del tiempo, evadirlo… ponerle paréntesis y
dejarlo de lado a la hora de sacar conclusiones.
Pero el tiempo está, nos sucede.
Somos tiempo. Pensarlo implica pensarnos a nosotros mismos, comprendernos en
una historia, situarnos epocalmente. ¿Qué tanto del tiempo nos constituye? ¿Qué
cosas de él nos pertenecen y cuales nos son ajenas? Lo que sé es que no somos
sin el tiempo. Vivir, nacer, es irrumpir en la historia, es hacernos
presente; un presente que es inmediato pasado, un futuro que es
proyecto cercano y lejano, que es presente repentino y pasado estancado. Fluir,
el río de Heráclito, todo y nada al mismo tiempo.
Sin embargo, el hombre es hombre
y no solo tiempo; hay cosas de él que nos son ajenas. Sartre repitió una y mil
veces: “la esencia precede a la existencia.” El hombre, lejos de venir
prefabricado, se determina a sí mismo a medida que construye su historia, el
hombre no es, existe, lo que “sea”
lo sabremos al final del cuento…
Desde un principio simpaticé con
estos conceptos porque soy una amante de la libertad y de la auténtica
responsabilidad sobre la construcción de mi persona. Para mí, determinismo
es una mala palabra, condicionamientos otra. Abrazo la idea del “ser lo
que quieras ser”, del hombre artista que se dibuja y pinta con los colores que
más anhela. No soy un producto terminado, reconozco en mí el poder de
reinventarme, de sacar fichas del LEGO de mi vida y cambiarlas por otras
nuevas.
Esta configuración se nos da en
forma de tiempo. Algo que me inquieta en mis reflexiones, es el pasado. Como
tal, no pude dejar de mirarlo feo porque lo sentía estrechamente ligado a la
idea de determinismo. El pasado es lo único estático en nuestra vida -o por lo
menos eso parece a simple vista- y a mi esa quietud me es sospechosa. ¿Es que
solo existe un único modo de leer nuestra historia? ¿Qué posibilidades de
reescribirla tenemos? El pasado está con vos, las decisiones que tomaste te
hacen estar parado en este lugar del tablero de juego y no en otro. Pero… ¿El
pasado, sos vos?
La quietud del pasado me
estremece, porque ante la desesperación es el primer cimiento aparentemente firme al cual nos
aferramos. Así, nos quedamos contemplándolo
con ojos brillosos… los sueños viejos, ya imposibles.
En clase leíamos una reflexión
que destacaba como causa del vacío de las personas, el mediocre enanismo de sus
deseos: a mí, el pasado me asusta cuando amenaza mediocridad del presente.
No acepto medias tintas, por eso
me repito la siguiente conclusión: lo que me constituye, lo que me hace ser
quien soy, es mi capacidad de soñar, de proyectarme; de permanecer ansiosa
buscando el amor, abrazando la esperanza, caminando junto a los hechos. Mi
pasado valioso es el que hago constante presente y tiene la capacidad de
enriquecer los instantes; es aquél que es capaz de re significarse
fructíferamente, es el que une las fichas de un rompecabezas. No solo el futuro es proyecto, muchas veces
el pasado, a la luz del presente, puede transformarse en posibilidad… de nuevos
sueños.
Julia.-
Tired of lying in the sunshine staying home to watch the rain
You are young and life is long and there is time to kill todayPink Floyd, Time.
Me quedé pensando. Somos en el pasado dependiendo de como nos pensamos. Un hecho en el pasado se va modificando en nuestros recuerdos según va pasando el tiempo y los sentimientos que tenemos hacia ese hecho van variando como variamos nosotros en el recorrido de la vida.
ResponderEliminarTal vez el pasado no sea tan estático después de todo.
Exacto Bru. Si no podemos repensar el pasado quiere decir que no estamos creando nada nuevo con nuestro presente. Es una buena alarma para mantenernos activos :)
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