Si me preguntan qué me hace
feliz, lo primero que se me viene a la mente es estar en un aula. No
importa si en condición de alumna o profesora, mi concepción pedagógica me
permite ser ambas simultáneamente.
Tengo el privilegio, por no decir
suerte y que todo se torne muy azaroso en mi vida, de aun faltándome seis
materias para recibirme ya poder experimentar los frutos de la docencia. Soy
profe de dos quintos años desde el mes de marzo, me tocó presentarles la
filosofía y prácticamente graduarnos juntos.
Mucho de lo que va a aparecer en
este blog es fruto de experiencias áulicas, no me surge escribir para irme
lejos como mis pensamientos abstractos filosóficos y ponerme a discutir sobre
qué quiso decir Hegel con su Espíritu. Necesito una filosofía que camine
conmigo, que me acompañe a trabajar y que vuelva de la escuela nutrida, llena
de nuevas preguntas.
Lejos de querer transformar la
filosofía en algo que no es, ya sea
desde un punto de vista pragmático o utilitarista, mi intento es utilizar la
filosofía como herramienta para comprender qué es eso del pensamiento
crítico y autónomo, y cómo es que se consigue. Cuatro años de materias
pedagógicas que cubren un 50% de la currícula por disposición ministerial, no
me lo enseñaron; sin embargo todos se llenan la boca hablando del pensamiento
crítico como objetivo último y fundamental de la educación.
Todos se quejan de la juventud, a
mí la juventud me hace pensar y pensar. La docencia es un trabajo que nunca
descansa, me voy a dormir planificando clases, estoy en el colectivo recordando
la mañana de trabajo, entro al Facebook y contesto inquietudes. Es hermoso.
Recientemente, en mis residencias
docentes, una alumna exponía una clase de antropología y me maravilló con esta
frase: “Uno no es lo que hace sino que hace lo que es.” No dependo de mi
trabajo, no soy mi trabajo, pero sin dudas ESTOY en mi trabajo, con toda mi
esencia, con todos mis sueños, con todos mis proyectos e ideales. En el aula,
soy Julia a la más alta potencia posible, por eso me hace feliz.
La jovencita continuó con su exposición
diciendo: “Uno quiere la felicidad, sin embargo buscarla no es una obligación, la
felicidad es tan solo la consecuencia de determinado modo de relacionarse con
la vida.”
Aristóteles decía que todos
tendemos a un fin último y perfecto, la felicidad. La buscamos a ella misma, en
persona, nunca como medio. El término específico que usa Aris -así le dicen mis
estudiantes- es EUDAIMONÍA, EU es
bien/bueno en griego y DAIMON hace alusión a la idea de un “demonio” “espíritu divino”
que te asiste. La idea del daimon es mucho más antigua que Aristóteles y
encierra muchos matices filológicos; pero a fines de este blog lo vamos a
reducir considerablemente: tener un “buen demonio” para los griegos antiguos
implicaba plenitud de ser.
Esto era ser feliz: “TODO ME VA
BIEN”
El cómo hacer para que todo vaya
bien, es otra lección…
Stay Tuned.
Julia.-
Me permites participar?,mis mejores augurios para tu pasión y tu deseo.
ResponderEliminarMe encantaría ,si es posible, proponerte preguntas,se que la diferencias de edad son muy importantes ,pero la inquietud, la búsqueda es una pasión que no se apaga como otras.
Es posible enseñar a ser crítico, pero quizás lo primero es separarse de lo que nos enseñaron y eso no suele ser "un buen negocio"
Me honra la participación de tan ilustre docente y filósofa :) Así que son más que bienvenidas todas las preguntas y respuestas que se puedan brindar.
ResponderEliminarMe deja pensando esa última frase... es bastante engorroso el tener que desandar lo andado al descubrir que ciertos aprendizajes resultaron ser más una traba que un enriquecimiento. ¿Ese camino es la crítica? ¿No hay algo mas directo? :)