La filosofía nacía allá en la antigua Grecia al rededor de un aforismo: Conócete a ti mismo.
Me animo a hacer turismo dentro mío y descubro distintos caminos que llevan a encontrarme, a poder definirme. Puedo empezar diciendo que soy fruto de un poeta amante de las estrellas y una directora con corazón de maestra; puedo definirme como una chiquita, morocha, sonriente y mandona. O puedo definirme a través de esas cosas que me hacen feliz y los instantes que me hicieron amar el mundo a lo largo de estos 22 años de historia:
Los besos a la barba de mi
papá, una mirada fija a los ojos de otra persona, terminar la saga de Harry
Potter, viajar por la autopista, el vértigo en una aerosilla, contar mi
historia una tarde en un campo, Made in Heaven de Queen bien fuerte, leer un
poema, cruzar Av. Libertador sola, saberme amada, descubrir en una charla lo
hermosa que es la amistad, quedarme tildada viendo las luces en la 9 de Julio,
sentirme en un cuento de hadas en el teatro, viajar en tren, mirar el cielo
tirada en el pasto, leer Cortázar, acariciar la pancita de mi perra, que sean
las 4 de la mañana y no pare de reirme con mi amiga, el helado de dulce de
leche split, la canción perfecta en el momento perfecto, ese instante en el
colectivo en el que me enamoro de mi ciudad. Conocerlo, reconocerlo. Abrazar
mis ovejas, bailar sola en pantuflas cantando a los gritos, bailar con mi amiga
y sentirme de 15 años, tomar cerveza en una tarde primaveral, comer maní, mirar
las estrellas, descifrar cómo es que el sol alumbra la luna y por eso la vemos,
pensar cómo sería todo si el cielo fuera verde, entender la vida de los
árboles, descubrir el misterio del río. Ver la Cenicienta, querer ser
Anastasia, soñar con ir a Rusia y tomarme el transiberiano a China. Escuchar
Overture 1812 de Tchaikovsky. El instante en el que descubrí a Julia de 1984,
sentada debajo de un árbol, leyendo a George Orwell. El instante en el que ves
venir el tren, parada en el andén. Saber cómo hacer una combinación de subte,
entender la guía T. Subir a un piso 33, sentirte en medio de una nube,
contemplar. La hora que tarde en leer Himno de Ayn Rand. Cada tarde que quiero
abrazar las paredes de mi profesorado. Sentir vivo a Freddie Mercury en Velez,
escuchando Bijou, cumplir un sueño de toda la vida. Mi baúl, mis discos de
vinilo, mis medallas de la I Guerra Mundial, mis trenes de colección, mi cajita
con monedas. El pasto. El río. Entender. El momento en el que comprendí que la
filosofía era mi vida, era yo. La una de la tarde de cada mediodía en el que me
siento conmigo misma a almorzar. Desayunar sola en un bar, con un buen libro,
el vasito de soda –en realidad, cualquier vaso de soda en cualquier momento me
hace demasiado feliz- El chocolate en ese momento que no entendés la vida. Una
carta escrita a mano. Pedir un deseo a una estrella fugaz. El médano, las
estrellas de Orense, que el cielo sea más brillante que oscuro. Un atardecer.
Un amanecer. Cumplir una meta. Entender que la tierra es redonda cuando ves la
línea blanca de los aviones. Las fotos, los recuerdos. Los perfumes que me
transportan a mi infancia. El miedo a papa Noel. Aprender a hacer panqueques.
Las tardes jugando en la calle. Correr carreras en bicicleta contra mí misma.
Mis lugares preferidos en el mundo, el río cerca de mi casa, la estación, el
colegio. Mi trabajo, descubrirme tan yo misma cada vez que entro a un salón a
dar clases, ser auténtica, no tener nada que ocultar. Tener la certeza
confirmada de que el futuro no está perdido, de que nada malo puede pasar y de
que es mentira eso de que “todo pasado fue mejor.” Buscar en Wikipedia algún
dato estúpido y sentir mi curiosidad colmada. Ver una obra de arte, quedarme
sin palabras; ver a una persona y quedarme sin palabras. Sentirme feliz de
compartir. Dormir al sol. Abrazar. Los besos en la frente. Los besos lindos con
amor. Los abrazos que me hacen sonar la espalda. Que pase el tiempo y la
amistad esté intacta. Sentir que conoces a una persona como la palma de tu
mano. Los mates a la madrugada, las divagaciones en el chat pasada la
medianoche. Las tormentas de verano. Las ventanas abiertas en primavera. Ver el
mundo con colores, escucharlo, admirarlo, amarlo.
Perdón por lo poco académico, es fin de semana... me olvido de todo y me encargo de mí.
Ju.-
Cuantos instantes maravillosos, cuantas cosas que hoy te hacen ser la persona que sos, así petisa, mandona, amiga mía “princesa de un cuento infinito”. Es increíble ver en cuántos de estos (no por creída) me siento absolutamente parte, y en los que sé que no estoy puedo llegar a entenderlos y saber que sentiste como lo viviste. Sea porque me remontaste a ese momento con una historia de pequeña o porque me llamaste por teléfono a los 5 minutos que había pasado. Saber que son casi 9 años de amistad que seas eso verdadero que perdura y trasciende cuando tantas cosas pasan me da la certeza de que siempre vamos a seguir llenándonos de vida juntas y también saber que con vos la mitad de las veces me defino como soy, no de más está decir que llegaste hacer la voz de mi conciencia. No queremos decir que también son años de aguantarnos de cambiar de apodo de cambiar de amigos de cambiar… de todo. Pero acá estamos “caminante no hay camino, se hace camino al andar” y Puff que queda camino para andar. Te animas?
ResponderEliminarLei.