Sinopsis de los sucesos
Examen de griego, el drama de llegar cuarenta minutos tarde porque me había olvidado que se adelantaba el horario de clases, encontrarme con las oraciones, resolverlas con simpatía. Volver a casa con la satisfacción del deber cumplido, encontrar el colectivo en la esquina, correr –todavía con alegría- frenar y sentir el dolor de un esguince de tobillo. Se hace presente en el instante posterior, el momento sublime en el que volvemos a ser seres racionales después del minuto de estupidez.
Tengo la leve sensación de que esa racionalidad que nos invade, no es tan racional. Descartes dice que el cuerpo está estrechamente ligado al alma y que todo lo que le afecta a él repercute necesariamente en nuestro razonamiento, lo turba. Creo que Descartes apañaría mi hipótesis: luego del suceso que altera el curso “natural” y “normal” de nuestra rutina planificada, la mente deberá hacer un drástico esfuerzo por intentar recuperar racionalidad. ¿Quién toma posesión de ella? El drama.
¡Qué personaje tan humano el dramatismo! Tomé asiento en el colectivo y mi mente era esto: comohagoparairmañanaaclasestengoquecaminarysubirescalerasnopuedofaltarlasemanaquevieneempiezolasresidenciasdoycuatroclasesyrindocuandovoyalmedicoayayaymeduelemimamamemata.
CALMA. Los filósofos pretendemos tener bien entrenada nuestra mente, porque Platón nos enseñó que la razón debe dominar las pasiones; nuestro impulso es irascibilidad y concupiscencia, dos caballos que no puede llegar a ningún lado si no tienen un jinete razonable en buen estado.
Frente a un evento desafortunado podemos soltar nuestras emociones, dejarlas fluir libremente –quien sabe dónde lleguen- desbarrancar junto con nuestra frustración, quedarnos tirados mirando el techo… ¿Llorar? Romper cosas, pegarle a alguien, gritarle a la gente, hacer mal nuestro trabajo, ignorar a quienes nos quieren ver bien, echar culpas al destino. Cualquier cosa, la que se les ocurra, pero ninguna implica solución, supongo que están de acuerdo conmigo.
Mi metodología es activar el sistema de alerta y proceder con el plan de evacuación de irracionalidad. La mente no funciona porque el malestar del cuerpo o de las emociones la perturba: en ese caso antes de pensar mal, es preferible no pensar. Sigo con Descartes porque en el “Discurso del Método” utiliza una metáfora muy ilustrativa: si un hombre está perdido en un bosque, el mejor modo de encontrar una salida es tomando un sendero; aunque no se esté seguro dónde nos deja el mismo, lo importante es ser fiel a la decisión porque de ese modo por lo menos llegaremos a algún lado. Por lo menos, de algo vamos a estar seguros: ese no era el camino indicado. Creo que eso es mucho más alentador que hundirnos en los caminos cíclicos, sin salida, sin rumbo fijo, que nos brinda la irracionalidad en momentos de frustración. El drama sin sentido que altera la visión de la realidad, que acelera nuestro razonamiento y provoca que las conclusiones se nos presenten antes de tiempo; en estos momentos la apariencia juega a ser verdad y el pesimismo algo irrevocable.
TIEMPO. SILENCIO. Preocupate por tu respiración, mirá las estrellas, escuchá esa canción. No pienses. En esos momentos la intencionalidad de nuestra conciencia une momento de dolor con caos garantizado; pero muchas veces, en el silencio y el libre acontecer de los hechos, podemos descubrir algunas soluciones simples que tranquilizan las aguas y todo deviene… sigue su curso.
Espero sepan comprender que mi simple esguince de tobillo era una imagen figurativa para representar todo tipo de evento desafortunado. La verdad es que el mismo fue sucedido por una tormenta, mi casa inundada, la falta de teléfono, internet, cable de televisión, luz en algunos instantes, trabajos por realizar, piquetes que no me dejan volver a mi casa… meras circunstancias.
Es inevitable ponerse de mal humor, casi instintivo diría. Hace unos meses estaba leyendo a los Estoicos, para que se ubiquen piensen en la película Gladiador, ¿se acuerdan de Marco Aurelio? ¡Ejemplo de Estoico! Estos pensadores de la guerra me enseñaron que en la vida existen dos esferas: la de las cosas que dependen de mí y aquella con las cosas que no dependen de mí. La sabiduría del estoico está en comprender que como seres humanos solo somos responsables de lo que acontece en la primera de esas esferas; ¿y lo que no depende de mí? Resignación estoica. El mundo es sabio, opinan los romanos, si pasa es para bien. Comprendelo, aceptalo; no gastes energías en eso, tu batalla se libra en otro campo.
Así fue como dejé de preocuparme por las circunstancias, por los eventos desafortunados, por todo aquello que no depende de mí. Hice uso de mi libertad eligiendo un sendero en el bosque de las cosas que sí dependen de mí: me puse a estudiar.
Propósito de la semana: no den vueltas en círculos.
Julia.-
Recomendación: “Las Pasiones del Alma” de René Descartes.