miércoles, 24 de octubre de 2012

Cosa, cosita.


En los pasillos de una escuela leí la siguiente frase escrita en un afiche: “Nadie es poca cosa.” Me asusté. Si nadie es poca cosa, entonces todos somos mucha cosa… ¡Qué horror! Yo no quiero ser cosa en ningún tipo de cantidad ni cualidad. Soy Julia, persona, ser humano, con todos los dilemas y profundidades que eso incluye. Hace un siglo que los existencialistas andan diciendo por ahí: las cosas son, el hombre existe. Pensemos un poco en las palabras y elijamos mejores términos para definirnos y definir a los demás, porque en nuestra concepción antropológica hay mucho en juego.
Reformulo el enunciado: cada uno de nosotros es un ser valioso.

Julia, ser humano, filósofa.

Invito a mis lectores a pasar por el diccionario o la Wikipedia y buscar el significado de cosa.

Eventos desafortunados

Sinopsis de los sucesos

Examen de griego, el drama de llegar cuarenta minutos tarde porque me había olvidado que se adelantaba el horario de clases, encontrarme con las oraciones, resolverlas con simpatía. Volver a casa con la satisfacción del deber cumplido, encontrar el colectivo en la esquina, correr –todavía con alegría- frenar y sentir el dolor de un esguince de tobillo. Se hace presente en el instante posterior, el momento sublime en el que volvemos a ser seres racionales después del minuto de estupidez.

Tengo la leve sensación de que esa racionalidad que nos invade, no es tan racional. Descartes dice que el cuerpo está estrechamente ligado al alma y que todo lo que le afecta a él repercute necesariamente en nuestro razonamiento, lo turba. Creo que Descartes apañaría mi hipótesis: luego del suceso que altera el curso “natural” y “normal” de nuestra rutina planificada, la mente deberá hacer un drástico esfuerzo por intentar recuperar racionalidad. ¿Quién toma posesión de ella? El drama.

¡Qué personaje tan humano el dramatismo! Tomé asiento en el colectivo y mi mente era esto: comohagoparairmañanaaclasestengoquecaminarysubirescalerasnopuedofaltarlasemanaquevieneempiezolasresidenciasdoycuatroclasesyrindocuandovoyalmedicoayayaymeduelemimamamemata.

CALMA. Los filósofos pretendemos tener bien entrenada nuestra mente, porque Platón nos enseñó que la razón debe dominar las pasiones; nuestro impulso es irascibilidad y concupiscencia, dos caballos que no puede llegar a ningún lado si no tienen un jinete razonable en buen estado.

Frente a un evento desafortunado podemos soltar nuestras emociones, dejarlas fluir libremente –quien sabe dónde lleguen- desbarrancar junto con nuestra frustración, quedarnos tirados mirando el techo… ¿Llorar? Romper cosas, pegarle a alguien, gritarle a la gente, hacer mal nuestro trabajo, ignorar a quienes nos quieren ver bien, echar culpas al destino. Cualquier cosa, la que se les ocurra, pero ninguna implica solución, supongo que están de acuerdo conmigo.

Mi metodología es activar el sistema de alerta y proceder con el plan de evacuación de irracionalidad. La mente no funciona porque el malestar del cuerpo o de las emociones la perturba: en ese caso antes de pensar mal, es preferible no pensar. Sigo con Descartes porque en el “Discurso del Método” utiliza una metáfora muy ilustrativa: si un hombre está perdido en un bosque, el mejor modo de encontrar una salida es tomando un sendero; aunque no se esté seguro dónde nos deja el mismo, lo importante es ser fiel a la decisión porque de ese modo por lo menos llegaremos a algún lado. Por lo menos, de algo vamos a estar seguros: ese no era el camino indicado. Creo que eso es mucho más alentador que hundirnos en los caminos cíclicos, sin salida, sin rumbo fijo, que nos brinda la irracionalidad en momentos de frustración. El drama sin sentido que altera la visión de la realidad, que acelera nuestro razonamiento y provoca que las conclusiones se nos presenten antes de tiempo; en estos momentos la apariencia juega a ser verdad y el pesimismo algo irrevocable.

TIEMPO. SILENCIO. Preocupate por tu respiración, mirá las estrellas, escuchá esa canción. No pienses. En esos momentos la intencionalidad de nuestra conciencia une momento de dolor con caos garantizado; pero muchas veces, en el silencio y el libre acontecer de los hechos, podemos descubrir algunas soluciones simples que tranquilizan las aguas y todo deviene… sigue su curso.

Espero sepan comprender que mi simple esguince de tobillo era una imagen figurativa para representar todo tipo de evento desafortunado. La verdad es que el mismo fue sucedido por una tormenta, mi casa inundada, la falta de teléfono, internet, cable de televisión, luz en algunos instantes, trabajos por realizar, piquetes que no me dejan volver a mi casa… meras circunstancias.

Es inevitable ponerse de mal humor, casi instintivo diría. Hace unos meses estaba leyendo a los Estoicos, para que se ubiquen piensen en la película Gladiador, ¿se acuerdan de Marco Aurelio? ¡Ejemplo de Estoico! Estos pensadores de la guerra me enseñaron que en la vida existen dos esferas: la de las cosas que dependen de mí y aquella con las cosas que no dependen de mí. La sabiduría del estoico está en comprender que como seres humanos solo somos responsables de lo que acontece en la primera de esas esferas; ¿y lo que no depende de mí? Resignación estoica. El mundo es sabio, opinan los romanos, si pasa es para bien. Comprendelo, aceptalo; no gastes energías en eso, tu batalla se libra en otro campo.

Así fue como dejé de preocuparme por las circunstancias, por los eventos desafortunados, por todo aquello que no depende de mí. Hice uso de mi libertad eligiendo un sendero en el bosque de las cosas que sí dependen de mí: me puse a estudiar.

Propósito de la semana: no den vueltas en círculos.





Julia.-


Recomendación: “Las Pasiones del Alma” de René Descartes.

sábado, 20 de octubre de 2012

Mi realidad es pregunta


Las charlas con esa amiga que ve tu alma son siempre inspiradoras.
-“Me siento libre.”
-“La filosofía abrió tu mente.”
Abrir mentes. No se trata de dos o tres nuevos conceptos que te permitan reinterpretar la teoría platónica, no es estar un paso más adelante en la carrera académica, no es un nuevo título, no es  sentirse más culto. Abrir la mente es abrirse a la vida.
Pensar de a dos y con mates de por medio siempre es mejor. ¿Qué es abrir la mente? ¿Qué es abrirse a la vida? Mi amiga maestra insistió: abrirse a la vida es encontrarse con tus interrogantes. Ven, ¡la filosofía está en todos! 

¿Hay alguien que no tenga interrogantes? ¿Hay alguien que esté tan tranquilo que ya ni se pregunte nada? ¿Eso es estar tranquilo o es estar al margen de la vida? 

Me animo a generalizar: las preguntas están misteriosamente presentes en todos nosotros. Pero cada uno se relaciona con ellas de un modo distinto, están aquellos que prefieren hacer como que no existen y vivir tranquilamente; están los otros, que se hacen cargo de las mismas y su historia se convierte junto con ellas en misterio

Ocultar las preguntas debajo de la alfombra no implica que estas dejen de acecharnos. Lejos de vivir apaciblemente, encubrirlas nos envuelve en una vida amenazada por el tedio y la necesidad de crear problemas aparentes para salar una cotidianeidad desazonada. ¿Viste que si te olvidas de ponerle la sal al agua, las papas nunca van a quedar realmente sabrosas? Eso pasa…

En cambio, enfrentar la vida te permite pasar momentos amargos pero también disfrutar de la realidad de los sabores en toda su extensión. Es decirle no a las apariencias, al teatro montado; y convivir con la realidad formal. Comprometerse con una pregunta es animarse a dotar de sentido la vida y eso implica abrir la mente para reconocer que esa pregunta va a rebotar una y otra vez en nuestras experiencias, reapareciendo siempre como interrogación… nunca como certeza. ¿Quién quiere certezas?

Con mi amiga nos sentimos libres porque nuestra mente se anima a caminar a la par de las dudas, a tomar mates con ellas, a rodearlas, reconocerlas, abrazarlas y agradecer que todo sea misterio incapaz de revelarse. ¡Pero qué lindo gusto tiene la vida vivida de este modo! 

Sin ocultamientos. Mi realidad es pregunta.


Julia.-




 

martes, 16 de octubre de 2012

Misterioso es el tiempo...


Estoy pensando en el pasado, presente y futuro.

Pensar el tiempo es desconcertante; él mismo es quien no te permite asirlo con las manos, sostenerlo, observarlo, meditarlo. Está dicho desde la época clásica: lo que se mueve no puede conocerse; así fue que la filosofía intentó durante miles de años detener la vida, pensarla fuera del tiempo, evadirlo… ponerle paréntesis y dejarlo de lado a la hora de sacar conclusiones.

Pero el tiempo está, nos sucede. Somos tiempo. Pensarlo implica pensarnos a nosotros mismos, comprendernos en una historia, situarnos epocalmente. ¿Qué tanto del tiempo nos constituye? ¿Qué cosas de él nos pertenecen y cuales nos son ajenas? Lo que sé es que no somos sin el tiempo. Vivir, nacer, es irrumpir en la historia, es hacernos presente; un presente que es inmediato pasado, un futuro que es proyecto cercano y lejano, que es presente repentino y pasado estancado. Fluir, el río de Heráclito, todo y nada al mismo tiempo.

Sin embargo, el hombre es hombre y no solo tiempo; hay cosas de él que nos son ajenas. Sartre repitió una y mil veces: “la esencia precede a la existencia.” El hombre, lejos de venir prefabricado, se determina a sí mismo a medida que construye su historia, el hombre no es, existe, lo que “sea” lo sabremos al final del cuento… 

Desde un principio simpaticé con estos conceptos porque soy una amante de la libertad y de la auténtica responsabilidad sobre la construcción de mi persona. Para mí, determinismo es una mala palabra, condicionamientos otra. Abrazo la idea del “ser lo que quieras ser”, del hombre artista que se dibuja y pinta con los colores que más anhela. No soy un producto terminado, reconozco en mí el poder de reinventarme, de sacar fichas del LEGO de mi vida y cambiarlas por otras nuevas. 

Esta configuración se nos da en forma de tiempo. Algo que me inquieta en mis reflexiones, es el pasado. Como tal, no pude dejar de mirarlo feo porque lo sentía estrechamente ligado a la idea de determinismo. El pasado es lo único estático en nuestra vida -o por lo menos eso parece a simple vista- y a mi esa quietud me es sospechosa. ¿Es que solo existe un único modo de leer nuestra historia? ¿Qué posibilidades de reescribirla tenemos? El pasado está con vos, las decisiones que tomaste te hacen estar parado en este lugar del tablero de juego y no en otro. Pero… ¿El pasado, sos vos? 

La quietud del pasado me estremece, porque ante la desesperación es el primer cimiento aparentemente firme al cual nos aferramos. Así, nos quedamos contemplándolo con ojos brillosos… los sueños viejos, ya imposibles. 

En clase leíamos una reflexión que destacaba como causa del vacío de las personas, el mediocre enanismo de sus deseos: a mí, el pasado me asusta cuando amenaza mediocridad del presente. 

No acepto medias tintas, por eso me repito la siguiente conclusión: lo que me constituye, lo que me hace ser quien soy, es mi capacidad de soñar, de proyectarme; de permanecer ansiosa buscando el amor, abrazando la esperanza, caminando junto a los hechos. Mi pasado valioso es el que hago constante presente y tiene la capacidad de enriquecer los instantes; es aquél que es capaz de re significarse fructíferamente, es el que une las fichas de un rompecabezas. No solo el futuro es proyecto, muchas veces el pasado, a la luz del presente, puede transformarse en posibilidad… de nuevos sueños.

 Julia.-


Tired of lying in the sunshine staying home to watch the rain
You are young and life is long and there is time to kill today
                                                                  Pink Floyd, Time.

domingo, 7 de octubre de 2012

Lo que soy


La filosofía nacía allá en la antigua Grecia al rededor de un aforismo: Conócete a ti mismo.

Me animo a hacer turismo dentro mío y descubro distintos caminos que llevan a encontrarme, a poder definirme. Puedo empezar diciendo que soy fruto de un poeta amante de las estrellas y una directora con corazón de maestra; puedo definirme como una chiquita, morocha, sonriente y mandona. O puedo definirme a través de esas cosas que me hacen feliz y los instantes que me hicieron amar el mundo a lo largo de estos 22 años de historia:

Los besos a la barba de mi papá, una mirada fija a los ojos de otra persona, terminar la saga de Harry Potter, viajar por la autopista, el vértigo en una aerosilla, contar mi historia una tarde en un campo, Made in Heaven de Queen bien fuerte, leer un poema, cruzar Av. Libertador sola, saberme amada, descubrir en una charla lo hermosa que es la amistad, quedarme tildada viendo las luces en la 9 de Julio, sentirme en un cuento de hadas en el teatro, viajar en tren, mirar el cielo tirada en el pasto, leer Cortázar, acariciar la pancita de mi perra, que sean las 4 de la mañana y no pare de reirme con mi amiga, el helado de dulce de leche split, la canción perfecta en el momento perfecto, ese instante en el colectivo en el que me enamoro de mi ciudad. Conocerlo, reconocerlo. Abrazar mis ovejas, bailar sola en pantuflas cantando a los gritos, bailar con mi amiga y sentirme de 15 años, tomar cerveza en una tarde primaveral, comer maní, mirar las estrellas, descifrar cómo es que el sol alumbra la luna y por eso la vemos, pensar cómo sería todo si el cielo fuera verde, entender la vida de los árboles, descubrir el misterio del río. Ver la Cenicienta, querer ser Anastasia, soñar con ir a Rusia y tomarme el transiberiano a China. Escuchar Overture 1812 de Tchaikovsky. El instante en el que descubrí a Julia de 1984, sentada debajo de un árbol, leyendo a George Orwell. El instante en el que ves venir el tren, parada en el andén. Saber cómo hacer una combinación de subte, entender la guía T. Subir a un piso 33, sentirte en medio de una nube, contemplar. La hora que tarde en leer Himno de Ayn Rand. Cada tarde que quiero abrazar las paredes de mi profesorado. Sentir vivo a Freddie Mercury en Velez, escuchando Bijou, cumplir un sueño de toda la vida. Mi baúl, mis discos de vinilo, mis medallas de la I Guerra Mundial, mis trenes de colección, mi cajita con monedas. El pasto. El río. Entender. El momento en el que comprendí que la filosofía era mi vida, era yo. La una de la tarde de cada mediodía en el que me siento conmigo misma a almorzar. Desayunar sola en un bar, con un buen libro, el vasito de soda –en realidad, cualquier vaso de soda en cualquier momento me hace demasiado feliz- El chocolate en ese momento que no entendés la vida. Una carta escrita a mano. Pedir un deseo a una estrella fugaz. El médano, las estrellas de Orense, que el cielo sea más brillante que oscuro. Un atardecer. Un amanecer. Cumplir una meta. Entender que la tierra es redonda cuando ves la línea blanca de los aviones. Las fotos, los recuerdos. Los perfumes que me transportan a mi infancia. El miedo a papa Noel. Aprender a hacer panqueques. Las tardes jugando en la calle. Correr carreras en bicicleta contra mí misma. Mis lugares preferidos en el mundo, el río cerca de mi casa, la estación, el colegio. Mi trabajo, descubrirme tan yo misma cada vez que entro a un salón a dar clases, ser auténtica, no tener nada que ocultar. Tener la certeza confirmada de que el futuro no está perdido, de que nada malo puede pasar y de que es mentira eso de que “todo pasado fue mejor.” Buscar en Wikipedia algún dato estúpido y sentir mi curiosidad colmada. Ver una obra de arte, quedarme sin palabras; ver a una persona y quedarme sin palabras. Sentirme feliz de compartir. Dormir al sol. Abrazar. Los besos en la frente. Los besos lindos con amor. Los abrazos que me hacen sonar la espalda. Que pase el tiempo y la amistad esté intacta. Sentir que conoces a una persona como la palma de tu mano. Los mates a la madrugada, las divagaciones en el chat pasada la medianoche. Las tormentas de verano. Las ventanas abiertas en primavera. Ver el mundo con colores, escucharlo, admirarlo, amarlo.


Perdón por lo poco académico, es fin de semana... me olvido de todo y me encargo de mí.

Ju.-

jueves, 4 de octubre de 2012

Vivir extraordinariamente.


Nietzsche escribió en alguno de sus libros: «Un filósofo es un hombre que vive, ve, oye, sospecha, espera y sueña constantemente cosas extraordinarias.»

¿Cómo se hace para vivir extraordinariamente todos los días? ¿Cómo permanecer en el asombro? ¿Queda lugar en el mundo, después de TANTAS COSAS, para lo extraordinario?

Mi secreto –divulgado constantemente en cada oportunidad que tengo- es aprender a preguntar. Convertir el cuestionamiento en tu compañero de cada día. Hay cosas que nos rodean a diario, que dejamos pasar porque siempre están ahí… tan mundanas, simpluchas, no esperamos nada de esas cosas. Sin embargo, con el poder de una pregunta, esa cosa puede tornarse un misterio; entonces tu mundo se torna extraño y te colma de un vértigo que está muy lejos de aburrirte. Abrís los ojos y descubrís que eso que siempre fue así, era en realidad de otra manera… incluso quizás ni sepas lo que es.

Divago un poco, pero la verdad es que todo esto surge de una gran preocupación que me persigue hace una semana; un alumno de 16 años me dijo “estoy pensando en lo aburrida que es la vida.”  Me descolocó radicalmente. Esto va dirigido a todo enamorado de la vida, como yo: ¿Qué mundo le están mostrando a los jóvenes –y no tan jóvenes- para que consideren aburrida la vida?

Hoy me dijo mi director: “venimos sin manual de instrucciones.” Desde ese momento la vida misma no puede ser más que interesante. No sabemos qué somos, para qué estamos acá, cuál es el sentido de todo esto y encima de lo único que estamos seguros es que vamos a morir (esto es Heidegger, compañero de reflexiones en la última semana) Entiendo que enfrentes a la vida con angustia, con temor… que te cueste estar alegre en ciertas circunstancias. ¿Pero ABURRIDO?

Me inquieta. Sobre todo en un joven, que es esencialmente POSIBILIDAD, que alberga tantos proyectos al mismo tiempo.

Me alejo del relato tremendista para regresar al método: la pregunta.

En mi vida, la realidad me viene mediada en forma de pregunta; como profesora enseño filosofía enseñando a preguntar. La verdad es que eso mucho no se enseña, sino que directamente uno lo pone en práctica, así que como profesora le propongo a mis alumnos que se pregunten. Nos preguntamos sobre qué es ser adolescente, sobre qué es la realidad, qué es el cambio, qué son las cosas, qué es existir… No nos cansamos (o yo no me canso de proponerles temas y leer sus cuestionamientos filosóficos)

Entrando en las cuestiones éticas, nos preguntamos acerca de la felicidad, me pregunté mucho y ese es un poco el motivo por el que empecé a escribir el blog. Acá les dejo mis preguntas:

¿Qué es la felicidad?

¿Se puede ser feliz? ¿Todos pueden ser felices? ¿Existe la felicidad para siempre? ¿La felicidad solo es para afortunados? ¿Hay que buscarla? ¿Hay que encontrarla? ¿Alguien tiene que dártela? ¿O es algo que uno crea? ¿Cada uno tiene su propia felicidad? ¿O todos alcanzamos más o menos lo mismo? ¿Puedo criticar la felicidad de otro? ¿Puedo compartir mi felicidad? ¿Mi felicidad puede ser felicidad de otro? ¿Cómo se logra eso? ¿Es acaso la felicidad, algo contagioso? ¿Cuál es la relación entre la alegría y la felicidad? ¿Si estoy feliz, necesariamente tengo que ser alegre? ¿La alegría aparece como consecuencia de la felicidad o es al revés? ¿Y el placer? ¿La felicidad es siempre placentera? ¿No es raro eso de llorar de felicidad? ¿Y las cosquillas en la panza? ¿La sensación de que los ojos te están brillando? ¿La felicidad te hace una persona segura? ¿Se puede ser feliz haciendo infeliz a otro? ¿Es de egoísta eso de andar feliz cuando hay tanto mal en el mundo? ¿No es la solución más simple frente a esos problemas? ¿La felicidad está al alcance de todos? ¿Estamos condenados a vivir para buscar la felicidad? ¿Hay alguien que no la busque? ¿Hay alguien que se de por vencido en esa búsqueda? ¿Se puede realmente bajar los brazos y resignarse a encontrarla? ¿En ese caso, el hombre sigue siendo hombre? ¿La felicidad es esencial al hombre?

(Realmente es mucho lo que no sé...)

La filosofía problematiza la vida, moviliza la realidad, revuelve todo como una batidora constante que se queda quieta por un segundo y vuelve a funcionar. Es muy breve el momento de descanso, en el que uno ve las cosas claras porque al próximo segundo una nueva pregunta ya te está acechando. La filosofía es realmente muy molesta.



Pero sin dudas, el remedio más accesible para escaparse del tedio y la monotonía J



Esa sensación...



Julia.-

martes, 2 de octubre de 2012

Eudaimonía


Si me preguntan qué me hace feliz, lo primero que se me viene a la mente es estar en un aula. No importa si en condición de alumna o profesora, mi concepción pedagógica me permite ser ambas simultáneamente.

Tengo el privilegio, por no decir suerte y que todo se torne muy azaroso en mi vida, de aun faltándome seis materias para recibirme ya poder experimentar los frutos de la docencia. Soy profe de dos quintos años desde el mes de marzo, me tocó presentarles la filosofía y prácticamente graduarnos juntos.

Mucho de lo que va a aparecer en este blog es fruto de experiencias áulicas, no me surge escribir para irme lejos como mis pensamientos abstractos filosóficos y ponerme a discutir sobre qué quiso decir Hegel con su Espíritu. Necesito una filosofía que camine conmigo, que me acompañe a trabajar y que vuelva de la escuela nutrida, llena de nuevas preguntas.

Lejos de querer transformar la filosofía en algo que no es, ya sea desde un punto de vista pragmático o utilitarista, mi intento es utilizar la filosofía como herramienta para comprender qué es eso del pensamiento crítico y autónomo, y cómo es que se consigue. Cuatro años de materias pedagógicas que cubren un 50% de la currícula por disposición ministerial, no me lo enseñaron; sin embargo todos se llenan la boca hablando del pensamiento crítico como objetivo último y fundamental de la educación.

Todos se quejan de la juventud, a mí la juventud me hace pensar y pensar. La docencia es un trabajo que nunca descansa, me voy a dormir planificando clases, estoy en el colectivo recordando la mañana de trabajo, entro al Facebook y contesto inquietudes. Es hermoso.

Recientemente, en mis residencias docentes, una alumna exponía una clase de antropología y me maravilló con esta frase: “Uno no es lo que hace sino que hace lo que es.” No dependo de mi trabajo, no soy mi trabajo, pero sin dudas ESTOY en mi trabajo, con toda mi esencia, con todos mis sueños, con todos mis proyectos e ideales. En el aula, soy Julia a la más alta potencia posible, por eso me hace feliz.

La jovencita continuó con su exposición diciendo: “Uno quiere la felicidad, sin embargo buscarla no es una obligación, la felicidad es tan solo la consecuencia de determinado modo de relacionarse con la vida.”

Aristóteles decía que todos tendemos a un fin último y perfecto, la felicidad. La buscamos a ella misma, en persona, nunca como medio. El término específico que usa Aris -así le dicen mis estudiantes- es EUDAIMONÍA, EU es bien/bueno en griego y DAIMON hace alusión a la idea de un “demonio” “espíritu divino” que te asiste. La idea del daimon es mucho más antigua que Aristóteles y encierra muchos matices filológicos; pero a fines de este blog lo vamos a reducir considerablemente: tener un “buen demonio” para los griegos antiguos implicaba plenitud de ser.

Esto era ser feliz: “TODO ME VA BIEN” 



El cómo hacer para que todo vaya bien, es otra lección…

Stay Tuned.


Julia.-


lunes, 1 de octubre de 2012

Cortazar, Julio.


... escribe en "Un tal Lucas" un capítulo llamado “Un pequeño paraíso”. Comienza así:

Las formas de la felicidad son muy variadas, y no debe extrañar que los habitantes del país que gobierna el general Orangu se consideren dichosos a partir del día en que tienen la sangre llena de pescaditos de oro.
De hecho los pescaditos no son de oro sino simplemente dorados, pero basta verlos para que sus resplandecientes brincos se traduzcan de inmediato en una urgente ansiedad de posesión…

Pocos recuerdos me inquietan más, que aquellos que guardo en relación a un libro, a una frase, al momento en que la hice propia. Una tarde en un colectivo, leyendo a mi preferido Cortázar, me encontré con la idea de la felicidad tan apresable y a la vez ilusoria que encierra la imagen de los pescaditos de oro. No lo olvido, era Balcarce y el río, un 35/9 a solo diez cuadras de mi destino.

Los pescaditos de oro te hacen feliz, aunque no son de oro, sino dorados.

Incomprensible, irrisoria, ilógica, sencilla, simple, tangible o imaginaria, ¿accesible? ¿Qué es acaso la felicidad?

Esa es mi búsqueda. No necesito que nadie llene mis venas de pescaditos de oro, yo tengo el poder de crearlos, de encontrarlos, no dudo que en este momento ya merodean dentro de mí. ¿Qué buscan? ¿Dónde me llevan?

Recientemente me trajeron acá, a este blog, se apropiaron de su nombre porque ¡no quieren dejarme en paz!


Bien mirado, los habitantes son dichosos por imaginación más que por contacto directo con la realidad.



Este es un intento de pararme sobre suelo firme, la felicidad no es ilusión





Animate a reflexionar conmigo sobre los pescaditos: Un tal Lucas, página 32.
Conocé a mi escritor preferido: Julio Cortázar

Los pescaditos en realidad son dorados, no de oro.

Como fiel estudiante de filosofía me encontré un día que sin quererlo, sin buscarlo, sin habérmelo propuesto, yo misma me había convertido en filósofa. Es imposible pensar sin que el pensamiento te convierta, te enriquezca y se convierta en parte de uno mismo -no estaba tan errado Descartes, pienso... existo. 

Hace mucho tiempo ya, que me encuentro yo sola con mis pensamientos, quizás lo que me impedía compartirlos es esta molesta certeza de saber que las palabras nunca son suficientes a la hora de expresarme. No hay frase que logre ser fiel a lo que pienso y lejos estaba de querer traicionarme a mi misma. Pero todo filósofo logra superar esta inalterable limitación y se lanza a las palabras, vehículos del pensamiento; se arroja a la opinión, al mar de encuentro. 


Esto que hago, esto que expreso, es búsqueda. 

                                        Busco crear mis pescaditos de oro,
                                                         independientemente de las contradicciones...