miércoles, 6 de febrero de 2013

Teoría y práctica



Generalmente, cuando alguien dice que estudia filosofía la primera de las reacciones es: “Ah, re volada.” Si, así somos nosotros, pensadores del más allá, de la esencia de las cosas, del fundamento último de la realidad. Filósofo es el que se sienta a contemplar para descubrir las ideas de las cosas y poder comprenderlas en su ser. ¿Así soy? ¿Así de pasivos estamos en la interpretación del mundo?

Cuentan que en la antigua Grecia, para ser filósofo había que tener tiempo para no hacer nada. La filosofía era el privilegio de unos pocos que no estaban ocupados garantizándose el pan de cada día… Comprender la verdad suponía sentarse a contemplar, esto me lleva a una conclusión directa: para pensar la vida no había que “vivir.” ¿Unos son los que piensan y otros los que “viven”? ¿En qué pienso si no es en lo que experimento? ¿Se puede vivir sin pensar?

Las consecuencias de una filosofía que no se piensa desde la vida, desde la realidad concreta, asustan a los que trabajamos en su constante reconciliación. La separación entre filosofía y vida es una deuda que los filósofos –y todos nosotros- tenemos con la realidad. La filosofía no es útil, la filosofía siempre llega tarde, nunca podemos aprehender el presente, pensar filosóficamente no aporta soluciones… ¿Qué sigue? ¿Dejemos de pensar?

Divago entre estas ideas porque es lo que me está pasando. Hace semanas que estoy sentada leyendo y leyendo, “contemplando” teoría escrita; eso supuso un gran esfuerzo mental de mi parte para poder abstraer el razonamiento de otra persona, seguir sus pasos y hacer todo lo posible para apropiármelo –cosa bastante complicada cuando el autor no me ayuda ni con un ejemplo concreto. En un primer momento me siento pasiva, esas ideas no son mías, ni siquiera hablamos el mismo idioma. No te entiendo, te contemplo de lejos.

Es como sentarme a ver el cielo, conocer el lugar que le corresponde a cada estrella en el mismo… pero nunca entender el ser de la estrella, porqué está ahí, de dónde viene su luz. ¿Alguna idea?


Me sumerjo en Hegel, conceptos voladores, conciencias que se despliegan, autoconciencias que luchan por su reconocimiento, espíritu que se muestra. Recito párrafos de memoria, descubro ideas centrales, reconozco, pero no entiendo.

Y entonces, genio el que inventó esta metáfora: la lamparita. Hegel me hace trabajar, en mi mente corro de un lado a otro cargando palabras que intentan conectarse unas a otras, ideas que se llenan de contenido, dialéctica de reconciliación. Para mi mamá yo no me moví de la silla del comedor, pero créanme que estuve en mil lugares distintos. ¿La filosofía es pasiva? ¿Pensar es contemplar? No, pensar es construir la realidad, es hacerte ser, es crear mundos posibles. Pensar es practicar teorías, ensayar mundos, reconstruir argumentos. Es la ardua tarea de traer al presente el pasado y hacer de él algo nuevo.

Pensar es viajar y volver comprendiendo la totalidad, reinterpretándola. Cuando menos lo esperas, te descubrís en esa experiencia… siendo capaz de hacer cosas que en la quietud parecían imposibles. Para mí, teoría y práctica son dos caras de una misma moneda, no existe una sin la otra. Pienso para vivir y la mayoría de las veces, vivo para pensar. Me enorgullece, porque la filosofía intenta no solo proporcionar vida, sino hacer posible que vivamos bien. La filosofía si está separada de la vida, no es filosofía.

Vivís y algo acontece: podes entender que estás viviendo. A todos les pasa porque todos somos filósofos, ese es el inicio de tu historia de pensamiento… desplegalo. Nadie, pero nadie, puede hacerlo por vos, nadie va a pensar lo que vos no pienses. Muchos manipuladores intentarán convencerte de lo contrario, no lo permitas.




De pronto ves el cielo y todo tiene sentido

Julia.-

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