domingo, 16 de diciembre de 2012

Metafísica


Escrito en el río, hace meses. Esto es volar. 




Esos momentos sublimes. En los que te quedas en silencio, todo lo que percibís por tus sentidos parece haber logrado de improviso una armonía que no provoca otra cosa más que emoción y respeto en lo más profundo de tu ser. Es el arte, es la magia, es esa mixtura perfecta en la que lograste rescatar la esencia de la realidad. Y esta te estremece. ¿Es acaso lo eterno haciéndose patente en lo cotidiano? ¿O lo cotidiano haciéndose eterno? ¿O nosotros percibiendo algo que estaba ahí, pero que mirábamos sin ver?

La verdad que me siento en este banco y pienso que hoy logré hacer eso. Ver el río en esta ciudad, cada día, es traer lo eterno, es experiencia de lo sublime, es perfección, reconciliación con el mundo. El viento también parece algo eterno hoy. ¿Hoy? ¿Siempre? ¿Dónde está?

Generalmente pienso que tengo que venir al río a escribir, pero siempre resulta que estoy acá y solo me pierdo contemplando. Me concentro, agudizo mis sentidos hasta que me cuesta comprender la tridimensionalidad del mundo. Me encanta hacer fuerza y cambiar la perspectiva; ya no estoy de este lado, estoy en frente, en la isla, mirándome desde el otro extremo. Está bueno, porque sí, porque cabría la posibilidad. No solo percibo, también pienso, ¿dónde estoy?

Ese en frente, no hay dudas, es el misterio. El en frente es silencio. ¿Es historia? Dice nada y dice mucho, porque como dije, cabría la posibilidad. Posibilidad de ser otro; en otro tiempo, otro espacio. Posibilidad de haber tomado otras decisiones. ¿El en frente es eso que perdí por optar estar acá? Comprenderlo es comprenderme.

Quisiera descifrar todo lo que dice el azul del cielo. Todo lo que tiene por contar este suelo, quisiera conocer los misterios del río, el silencio de la isla, la oscuridad de esos senderos. ¡Todo está tan a la vista! ¡Esta es la desesperación de la certeza sensible! Tan inmediata e increíblemente misteriosa. ¿Tendría que ser árbol para comprender? ¿Quién puede rendir cuentas, no es acaso la mía tan solo una humilde conciencia?

Humilde y miedosa, porque se pierde mil veces en el contemplar, titubeando a la hora de elegir las palabras… nunca van a ser exactas.

                           No existen.

                                     ¿Es una mentira ese supuesto misterio?

                                                              Maldita nietzscheana, 
                                                                                       debe serlo. 





¡Esas ansias de respirarte!


Julia.-

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