martes, 28 de mayo de 2013

Vos


El problema es la libertad. Ese impulso que cuando descubrís te embriaga de vértigo porque sabés que no existe otra persona más que vos mismo para construir tu vida. Andamos, emprendemos camino, decidimos, preferimos… chocamos; nos encontramos con la contracara del vértigo, ésta no es sino más libertad: la libertad del otro.

¿Cómo hago para ser yo cuando el otro, libremente, quiere ser él? 

                                           Será cuestión de coincidir... y así todo queda librado al azar.


                                                                                                     Espero. No desespero.


Ju.-

miércoles, 15 de mayo de 2013

¿Por qué hay?


Me toca hacerme cargo de una pequeña materia ubicada en el último año de profesorado de Filosofía. Los casi docentes atravesaron ya los mares filosóficos con esmero y trabajo, la abstracción y la capacidad de crear hipótesis y escenarios se pone en juego en las horas que me toca compartir con ellos para pensar en este caso la justificación de que el ser haya sido creado.

¿Pero eso no es un problema religioso? ¿Una cuestión de fe? ¿La ciencia ya no nos proporcionó la respuesta definitiva al respecto? No.

Gracias a la ciencia sabemos mucho del cómo, pero desafortunadamente –o para bien...- las últimas y más esenciales preguntas existenciales acerca del origen perduran sin respuesta definitiva. ¿Por qué estamos? ¿Por qué somos? ¿Por qué hay? ¿Por qué el ser y no la nada? Parafraseando a grandes filósofos de todas las épocas.

No sabemos por qué. ¿Importa? La radicalidad que implica la respuesta a esa pregunta está ligada directamente al sentido de la vida, sino incluso, a la posibilidad de que la misma tenga sentido. Navegando libremente por el ciberespacio encontré esto, cuyas fuentes desconozco...

« La posibilidad de que el origen de la vida con la aparición del ADN sea el puro azar es altamente improbable: el mismo ADN contiene la información para poder autorreproducirse, luego, anteriormente a él esta autoreproducción no es posible. Hoyle ha hecho el cálculo matemático del índice de probabilidad que tiene la vida de surgir de forma azarosa: “la probabilidad de que se produzca por casualidad una sola de las 200.000 proteínas que se dan cita en el cuerpo humano es igual a la que tiene una persona de resolver a ciegas el cubo de Rubik; pensar que el edificio de la vida se ha levantado al azar es tan irracional como esperar que un tifón recomponga correctamente un Boeing 747 despiezado y convertido en chatarra”. Existen científicos que aseguran que si todo cuanto existe fuese fruto del azar, el Universo todavía estaría ensayando posibilidades para dar con las formas más sencillas. Y, finalmente, podemos preguntarnos en qué recodo del devenir cósmico habría gestado el azar su contrario, es decir, la libertad.
Al fin y al cabo sólo nos quedan dos alternativas: o existe una Inteligencia Creadora, un origen superior, una finalidad, un sentido, una meta, una racionalidad; o no existe tal  Inteligencia Creadora y, por tanto, nos precede, nos espera, y nos acompaña la nada, el caos, el absurdo, el vacío, la irracionalidad. »

¿Somos un accidente? ¿Somos fruto del azar? ¿Estamos pero podríamos no estar? ¿Tiene sentido que estemos? ¿Se trata de ‘crear sentido’ o de ‘descubrirlo’? ¿Dependemos de algo, o de Alguien? ¿O se supone que debemos bastarnos a nosotros mismos?

Siempre les nombro a mis estudiantes adolescentes la experiencia de Nausea que describe Sartre, el existencialista hace referencia a esta sensación de que ‘nada tiene sentido,’ se enfrenta al nihilismo, a la falta de fundamentos y eso le da náuseas.

Siempre me causó simpatía por lo gráfico del término sartreano, pero cuando te ponés a pensar y experimentas racional y sentimentalmente el problema metafísico, empezás mirar a Sartre con resentimiento.



¿Es necesario el sentido para sobrevivir... o vivir bien? ¿Un sentido o tú sentido?


Jul.-

miércoles, 1 de mayo de 2013

Metamorfosis




Una de las preguntas que me encanta hacerle a mis estudiantes es: ¿Qué es la realidad? Me acuerdo que el día en que planifiqué ese tema por primera vez, senté a mi mejor amiga con un mate de por medio y le hice esa pregunta para ver si era posible llegar a algún lado. La experiencia fue fructífera y llevé esa pregunta al aula.

Es desconcertante, incluso frustrante, descubrir lo difícil que es dar respuesta a preguntas que parecen obvias. ¿Cómo qué es la realidad? ¡La realidad es.....! ¡Eso! ¡Esto! ¡Aquello! - ¿Pero qué es concretamente? Escribime una definición. – (Y ahí todo se torna demasiado divertido para el profesor de filosofía)

Otra que siempre enmudece a los chicos –y no tan chicos- es la pregunta que surge en toda clase de antropología: ¿Qué podemos decir sobre el hombre? ¡Que tenemos cuerpo y alma! - ¿Y qué es el alma? .............. cri cri. - ¿Cómo te das cuenta que tenés alma? .......... cri cri. Desconcierto total.

Volviendo al problema de la realidad, siempre insisto en él porque hay algo fundamental que se desprende del mismo: ¿La realidad es estática o se puede cambiar? Heráclito y Parménides; Platón con sus ideas inmutables, Aristóteles y su causa eficiente; la lista de respuestas no tiene fin. Respuestas que no pasan de moda, pero que no dejan de ser palabras de otros. Ahora, poner a un adolescente frente a este dilema implica una toma de postura crítica en relación a su vida y a su futuro: la realidad es lo que existe, lo que es, lo que tiene sentido... ¿Podría ser otra? ¿Sí o no? ¿Depende de mí ese cambio? ¿Hasta qué punto? ¿Qué voy a hacer al respecto?

El adolescente sueña, idealiza, cree ciegamente en un futuro mejor. Descubre con facilidad las injusticias, las incoherencias, las falacias del discurso; pero ¿realmente quiere hacerse cargo de lo que viene?

Cuando digo que soy profesora de filosofía tengo que hacer todo un rodeo para eliminar los prejuicios, no solo de la disciplina, sino también del trabajo con los jóvenes. El estigma de ‘la juventud está perdida’ nos acecha por donde quieras, incluso en el salón de clases; escribí, pensá, tomá apuntes, sacá conclusiones, ¡ponete las pilas! ¿Existe un límite?

Cada día que pasa te olvidás un poco lo que es ser más chico; sobre todo te olvidás de esos ideales, de cómo querías cambiar el mundo... de las camisetas que te pusiste el día que decidiste tu causa, tu futuro, tu motivo, tu sentido, tu realidad. Cada día que pasa se abre una brecha que imposibilita la comunicación entre generaciones; y eso es lo más grave que le puede suceder a un docente, porque educar es estrechar lazos, es comunicarse, es interactuar, conectar ideas. ¡Qué digo! Es lo más grave que le puede pasar a una sociedad democrática.

Siempre les digo a los chicos que para darnos cuenta que una pregunta es filosófica tenemos que pensar en que la respuesta que le demos a la misma nos cambia la vida. Las preguntas en torno a la educación y a la sociedad siempre nos dejan mudos en un primer momento, son esencialmente filosóficas porque su respuesta transforma la realidad. El próximo desafío es tener ganas de pensar en cómo transformarla para bien.

Hace algunos años tomé postura frente a estas preguntas, pensé mucho, me equivoqué, volví a pensar y decidí que mi trabajo sería enseñar a desterrar supuestos. Ese iba a ser el motivo que le daría sabor a mi vida, sentido a mi realidad, posibilidad de cambio a aquello que parece estar anquilosado. Cinco años después descubro que para poner en movimiento las ideas de los demás es imperioso que aprenda también a ser niña, adolescente y adulta al mismo tiempo. Desafíos si los hay.

¿Cuál es el tuyo? ¿Sos un convencido de que la realidad se puede poner en movimiento? ¿Qué haces para darle sabor, ponerle colores y transformarla?

Ju.-