miércoles, 6 de diciembre de 2017

Vidas paralelas I

No creo en vidas pasadas ni futuras. Lo desesperante de la vida es que es una sola. Y eso es, para mí, sinónimo de perfección. No necesito más vidas. Pero sí fantaseo con una idea en mi cabeza, la de paraíso. Porque, aunque no predico la importancia de vivir de utopías, sí me parecen un excelente recurso para entretener la mente. Mi paraíso es la utopía de poder elegir una vida en otro lugar del mundo. Exploro, entonces, vidas paralelas, en aquellos rincones del mundo que me resultan extrañamente familiares. Tan familiares como para albergar una Julia, ni tan igual, ni tan distinta.


De haber nacido en Sicilia...

La costa sur es mi hogar. Demasiado enamorada del mar, la poesía sigue siendo mi aliada. Más apegada a la naturaleza que nunca, ese es mi motor filosófico. Por supuesto que estudié filosofía, no había otro remedio. Me envuelve un profundo orgullo por mi tierra, que supo ser la Magna Grecia, hogar y destino de grandes pensadores y de la que, sin dudas, fue la mejor civilización de la historia. Multicultural, como ahora, reconozco en mi historia los pasos de las distintas culturas que hicieron de este su lugar, no solo como inmigrantes, sino más bien, como conquistadores… reside en mí cierto anhelo de grandeza. La isla moldeó mi personalidad, es así, soy isleña. Y a pesar de mi multiculturalismo, no me animo a irme muy lejos, ni tengo intenciones de vivir en otro lugar. Mi amor por Roma genera una tensión constante en mí. La visito cada vez que puedo, pero no más de la cuenta. Se me da la escritura más que la lectura. La música más que el baile. El cine más que la fotografía. Resulté ser mejor anfitriona que huésped. Me pierdo tanto en el mar como en las ruinas. En lo profundo mantengo un sueño frustrado: ser arqueóloga. Esa fue la causa de mis últimas reflexiones. Hablo poco. No genero conflictos. Soy un alma solitaria, pero alegre. Me gusta cómo el Etna bordea el paisaje de mi isla, pero más me gustan las preguntas que me sorprenden cuando subo a verlo de cerca. No tengo miedo de lo que sé que es parte de mí. Yo, la Julia siciliana, no soy aliada de la tecnología. Prefiero leer revistas, diarios impresos, oler el papel. No necesito velocidad, ni hacer dos cosas a la vez. ¡Menos tres! ¿Cómo me defino políticamente? Ni moderna, ni conservadora. No creo en las revoluciones -al menos no en las sicilianas- pero si en la paz interior. Entre las personas y la tierra, me quedo con la última. Es este suelo que piso, este mar que respiro, lo que le da sentido a mis días. Por eso no vuelo lejos, por eso no podría pensar una vida en otro lugar.


De haber nacido en Barcelona...

La mas snob de las Julias. Estudiante de literatura, amante del teatro y con cierta afición a la arquitectura que solo manifiesto a través de la fotografía. Me visto a la moda, siempre con colores intensos. Me anoto en todos los seminarios vanguardistas de la universidad. Estoy esperando una beca para estudiar un semestre en París. Mi sueño: quedarme a vivir en la ciudad de las luces. Aunque claro, NYC no estaría nada mal tampoco. Muchacha de la gran ciudad, tengo de española eso de las birras y las tapas, nada más. Mi única batalla política es la de la independencia. ¡Cómo si los catalanes fuéramos más españoles que franceses! Somos catalanes, y punto. No me importan los fundamentos ideológicos, sino la pasión. No me gusta la montaña. No tomo sol -jamás-. Soy más del futuro que del pasado, aunque me enfoco mucho en el estudio de la historia de Catalunya. Los idiomas se me dan muy bien, por eso trabajo freelance como traductora. También tengo un perfil en couchsurfing y mi casa se llena de regalos de huéspedes de todo el mundo. De Barcelona me gusta el arte, la noche, la universidad y la gente de todo el mundo que hace propia esta ciudad. No hago escapadas ni viajes cortos. Odio Madrid. Odio las tradiciones. Odio los mochileros -no sé por qué, pero me siento así-. Fanática del existencialismo, adoptaría a Sartre como hijo. Más de Miró que de Picasso. Jamás hice un walking tour, soy amante de las guías lonely planet. En mi piso no hay una pared en blanco. Tengo encuadrado un autógrafo de Messi, los otros dos que tenía los subasté en EBay. Jamás agarré un pincel. Ah, y sí, estudio literatura pero nunca me preocupé por escribir ni una página original. Soy mucho blablá, lo sé y no me importa. Lo dije antes, la más snob de todas las Julias, ¡y orgullosa de serlo!

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Intento de Comprensión

Si cierro los ojos escapando a otro lugar 
¿Dónde quisiera estar?

Si la frustración es tanta y por tan mínimas cosas 
¿Dónde quisiera estar?

Si mis niveles de tolerancia se han saturado sobremanera 
¿Dónde quisiera estar?

Cerrá los ojos. Proyectate. ¿Qué tiene que pasar para que dejes de sentirte así? ¿Cómo debés disponer las fichas de juego para que este no se establezca en tu estado normal para enfrentar lo cotidiano? ¿Qué pasa con la sonrisa perpetua? ¿Dónde quedó tu enamoramiento por la vida? ¿Y tu pasión por lo que hacés? ¿Qué cosas te hacen feliz?

Abrí un libro y remontate a una nueva historia; subite a un globo aerostático, enfrentá tus pánicos. Cerrá solo las puertas que te desilusionan, las que no te merecen, aquellas que no aportan nada lindo a tu vida; dale una oportunidad a eso que todavía no podés definir.

Muchas veces la desilusión es impaciencia. Das un portazo, media vuelta, un grito y la ofensa. Pero, pensá... Quizás no todos ven el ideal en tu mente y también es probable que todavía no seas parte de esta historia. Es más, ni sé quién sos.

No te conozco.

No sé qué querés.

No sé dónde quisieras estar.

No sé qué ves cuando cerras los ojos.

¿Ves algo?

¿Te animás a ver?

Inventemos algo, creemos algo. Cambiemos el mundo. Definamos nuevos colores, nuevos valores. ¡Hay tantas cosas, y tanto más por crear! 

¡Hagamos de vivir la vida un arte!



Julia, cerrá los ojos y mirá.

viernes, 9 de agosto de 2013

La excepción a la regla

Este es, sin dudas, uno de los ensayos que más disfruté a la hora de escribirlo. Es un trabajo elaborado para la cátedra 'Filosofía de la Religión' (no confundir con teología), basado en la primer película de la serie 'Dekalog' del director polaco, K. Kieslowski. Imperdible, estremecedora, me dio la clave para pensar algunos cabos sueltos que divagaban en mi mente filosófica...
El link: Kielowski, DEKALOG 1


El anhelo de lo humano

En la gris Varsovia, un niño con agudo sentido filosófico no duda en poner de manifiesto aquellas preguntas que lo movilizan hasta las lágrimas ¿Qué es la muerte? ¿Cuál es el sentido de la vida? Cuestionamientos que intentan convivir entre respuestas brindadas tanto por la fe como por la razón. El misterio termina arrasando al final con todo anhelo de conocimiento y certeza.

Krzysztof Kieslowski nos muestra en ‘Decálogo 1’ con extrema sencillez y profundidad, cómo hoy en día –aunque la película tenga unos 25 años no deja de ser actual- más allá de las explicaciones científicas y racionales, las preguntas que nos modifican la vida en su radicalidad, siguen sin poder ser respondidas con unanimidad. La curiosidad y demanda filosófica acechan nuestras vidas en la misma medida que en las épocas griegas; ¿Podríamos decir que realmente ha avanzado la humanidad? ¿En qué sentido? ¿Sabemos hoy, más que antes, cuál es el ‘sentido de la vida’? ¿Eliminamos el factor misterio del paradigma de lo humano, en esta vida posmoderna que tiene respuestas a todo y que si no las tiene te invita a no preguntarte? ¿Hemos dejado de estremecernos?

La tecnología es manifestación concreta y material de las ansias de seguridad y dominación que definen al hombre. Computadoras, calculadoras, robots; el objetivo es siempre el mismo: predecir para controlar. No queremos que se nos escape nada y por eso apelamos a la precisión de los cálculos, tal como el padre de Pawel. ¿Hemos dejado de creer en un Dios para confiar ciegamente en otro? En la película observamos claramente cómo la programación de sistemas le permite a los protagonistas dominar su entorno más cercano. Pawel parafrasea a su padre diciendo: ‘Vivimos para hacernos la vida más fácil.’ ¿Puede la vida ser fácil? ¿Podemos hacer ojos ciegos a la certeza inmanente de la muerte? ¿Nuestro pasar por el mundo tiene posibilidad de transcurrir linealmente, sin sobresaltos?

‘La computadora no sabe lo que sueña mi madre.’ Aquello más propio de la vida no es calculable, la espontaneidad y libertad, la esencia, los deseos, lo único e irrepetible, la singularidad, se escapa a toda previsión. Anhelamos control y conocimiento, pero olvidamos que siempre estamos siendo algo más, la vida cambia y desborda. ¿Qué pretendemos apresar a través de nuestra racionalidad? ¿La razón es símbolo de seguridad? ¿Por qué nos cuesta tanto asumir lo incierto, reconocer el misterio? ¿Tiene algún límite nuestras ansias de control sobre la vida?

Sin embargo, entre números y certezas nos asalta lo desconocido, lo imposible, lo inapresable. Pawel encuentra aquel perro muerto y llora no por tristeza sino más bien por frustración: ¿Qué sentido tiene calcular problemas matemáticos si existe un final, la muerte, del cual no sabemos nada, solo que es inevitable? ¿Qué es la muerte? ¿Por qué la gente muere? La muerte se presenta como el límite del anhelo humano. Límite palpable e indubitable. Límite porque es inexplicable para la razón.

Parecería que la razón se opone al misterio, ¿lo anula? ¿O más bien lo esquiva, al igual que el padre de Pawel evita responder sus preguntas? ¿Y la fe? ¿Qué tipo de respuestas nos da frente al misterio? ¿Logra saciar de algún modo nuestra necesidad de explicaciones? ¿El misterio sigue siendo misterio aunque tenga fe?

Al final, no solo lo que reconozco incontrolable resulta de este modo, sino que incluso aquello que creía dominar puede escapar a las ‘leyes lógicas.’ El tarro de tinta comienza a perder, el cálculo de la computadora se equivoca, la vida se pierde entre el agua congelada. ¿Puedo dar razones de esto? ¿Puede el desconsolado padre aceptar la voluntad de aquello que lo excede, enfrentarse cara a cara con el misterio, reconocer sus límites?

Lo que hace que la vida sea vida y no otra cosa, es aquel margen de error, la centésima que ha escapado a la cuenta lógica, el milésimo que ha sido redondeado para generar la sensación de un mundo de certezas exactas. La excepción a la regla, el porcentaje que queda por fuera de lo previsto, el quiebre, el accidente, es lo que nos cambia la vida, lo que nos arroja a la incertidumbre y con ella a un nuevo sinfín de cuestionamientos sobre aquello inabarcable, imponente, ¿Inalcanzable? Lo absoluto. Éste se hace presente y arrebata al ser humano en un sobresalto existencial que lo pone de frente a la puerta de lo numinoso; un campo inexplorado e inexplorable por la razón y las ansias de control, es el territorio de las preguntas que no se dejan responder pero sí experimentar por breves momentos. Ingresar a este horizonte resulta inevitable, somos humanos que quieren dominar y controlar sus vidas porque somos conscientes de que es imposible lograrlo; somos una paradoja, somos búsqueda que no quiere serlo. Nos negamos porque sabemos lo difícil que es reconocer que aquello que no depende de nosotros es lo que más influirá sobre el curso de nuestra historia.

¿Qué pasa luego del estremecimiento? Nosotros mismos hemos garantizado un camino para regresar a aquella lógica que nos mantiene dentro de un margen (¿marginados?) porque pareciera que fuera del plano racional nos sentimos muy incómodos; se lee en la pantalla de la computadora: ‘I´m ready’ – ¿Listos para qué? ¿Para seguir encontrando, buscando, inventando, respuestas? Creo más bien, que estamos listos para volver a hundirnos en lo cotidiano, preocuparnos nuevamente por aquello que sí podemos controlar, resolver problemas intrascendentes. ¿Está bien o está mal? ¿Acaso alguien tiene una respuesta que sacie nuestro anhelo?


Julia Tartaglia.-

“En fin, puede convertirse en el suspenso y humilde temblor, en la mudez de la criatura ante... -sí, ¿ante quién?-, ante aquello que en el indecible misterio se cierne sobre todas las criaturas.”  
Rudolf Otto – ‘Lo santo

jueves, 1 de agosto de 2013

Pedagogía de la multiplicidad


Entrar al aula convencida y salir con miles de preguntas. Muchos creen que elegir la docencia como carrera es un desafío porque ‘los chicos están cada día peor;’ sin embargo, en mi corta experiencia, la causa de mis frustraciones no son estos jóvenes adolescentes que observan el mundo en extremos, sino la perversidad de un sistema educativo en el que las ideas son las últimas en la lista. En un espacio brindado al conocimiento, el mismo está lejos de ser un protagonista para cederle el lugar a la vulgar repetición, asesina de la inspiración.

En pos de la ‘excelencia académica’ –concepto que no pasó por mis trabajos ni formación pedagógica en cuatro años-  tiramos debajo de la alfombra sueños en germen que deberían ser potenciados en esta etapa, la más hermosa y propicia de la vida para proyectar futuros.  ¿Qué tiene esa excelencia académica que tanto atrae a docentes, padres y directivos? ¿Tan importante es aquello que otros pensaron como para no permitirle a los jóvenes a pensarlo por ellos mismos, o incluso, a refutarlo con nuevas ideas? Es más, ¿Quién determina que concepto es digno de ser repetido por estudiantes secundarios?

Desgano, desinterés, eso se respira en un espacio dedicado a seres que sólo saben vivir gastando energías, desplegando colores, gritando goles con pasión, bailando con todo el cuerpo, riendo con el alma. Ese desgano es la causa de mi frustración, que poco a poco se transforma en culpa acumulada a medida que con el paso de los días me voy sintiendo más parte de este gremio de docentes encajados en un sistema burocrático que también nos desmotiva a nosotros.

No es esperable que un adolescente se duerma en clase, ni imaginable que no quieran resolver un problema. No son los adolescentes los que ‘están cada vez peor’ – somos nosotros, haciendo hincapié en datos irrelevantes, en frases descontextualizadas, en resolución de problemas que no son suyos. ¿Dónde está la vida del adolescente? ¿Te molesta que la vida de ellos pase por el boliche, el ansiado y sobreestimado Bariloche, y la Coca en el mini de la esquina? Que no te ofenda su elección, es de esperar este cambio de prioridades desde el día en el que elegimos cerrarle la puerta del colegio al mundo del joven. El asunto es serio, yo diagnostico que las escuelas le tienen miedo a ese mundo.

Recuerdo un examen, en el que me preguntaron qué estudiantes quiero formar. Hoy respondo sin dudarlo: quiero que mi salón se llene de jóvenes libres y responsables; ¿cómo? Uno de los chicos, con 17 años, me dijo ayer: ‘no se forman personas responsables si no se les da responsabilidades’ –de más está decir que soy una profesora orgullosa de sus estudiantes después de oír tan acertada frase- Ellos se dan cuenta, quieren ser libres y responsables, pero las instituciones se van transformando cada día más en nuevos padres perseguidores, dignos de ser analizados por Sigmund Freud. Me atrevo otra vez a formular la causa de este síntoma: ¿no será que las escuelas tienen miedo de tener estudiantes libres? ‘La libertad es peligrosa’ podrán decir, y estoy de acuerdo, pero dejen que ellos experimenten ese peligro y luego tomen por sí mismos la decisión pertinente. Supongo que también comprenderán, que una institución con estos rasgos tiene, al mismo tiempo, terror al fracaso de sus estudiantes; es más, considero que tiene más miedo al aplazo que los mismos chicos. Ellos lo saben, por eso no se preocupan, total ‘las saco todas en diciembre.’

Retomo la idea de libertad, porque espero que esa sea la bandera que siempre enarbole el aula en el que dicte clases. Con ella no me refiero solo a la libertad de expresión, sino también a la libertad de crearse en cada idea que comparto, de encontrarme en cada argumento que refuto, en cada respuesta original; libertad para buscar las respuestas dentro de uno mismo y expresarlas como camino acertado a la par de muchos otros caminos que existen. Libertad para responder una pregunta en forma de poesía, o con un dibujo, para mezclar las consignas, para inventar palabras. Libertad para plasmar en el trabajo oral, gestual y escrito, aquello que solo ese individuo puede decir y ningún otro.

Lo que vale es la palabra auténtica, que siempre –y sin excepción- es novedad, porque proviene de lo más íntimo del joven. Esa palabra que solo él puede decir y nadie más, es él mismo, en toda su complejidad. No darles a entender esto a los adolescentes, es cerrarle la puerta directa al aprendizaje. Porque aquél conocimiento que no dice algo sobre el joven que lo aprendió, entonces debería llamarse de otro modo, pero nunca conocimiento. La vida es un camino para conocerse a uno mismo, así como todos somos distintos, el aprendizaje también lo será.

Siempre les digo a los chicos que la vida es intransferible, otro no puede vivir mi vida, no puede experimentar tampoco mi muerte. Libre y responsable será aquél que se anime a transitar ese camino con plena conciencia de que es un camino único. Yo solo estoy ahí, para animarlos a que pongan ese transcurrir en palabras, que lo hagan texto, idea, reflexión, lo comuniquen y luego, sigan creando.

Anímense a indagar el detalle de la diferencia: sutil, único, simple, que al potenciarlo se convierte en una fuente inagotable de asombro para el docente.

(Siempre está)


Julia.-


viernes, 7 de junio de 2013

Llegar a Nietzsche

Estoy yendo a un curso titulado ¿Para qué sirve la filosofía? dictado por Dario Sztajnszrajber. En la última clase charlamos sobre 'lo apolíneo y lo dionisíaco' - tema que trata Nietzsche en su primer obra 'El origen de la tragedia.' Dejo a en negrita las reflexiones y frases que tomé como apuntes de la clase y a continuación, un viejo trabajo que realicé hace un tiempo sobre la misma obra. 

¡La de Nietzsche es filosofía de la linda!


'El ser es mucho, vivir es mucho.' 'Apolo es la palabra, es filtro, mediación. Porque la realidad -Dionisio- es insoportable.' 'Somos un entre entre Apolo y Dionisio.' '¿Nos apolinizamos?' ¿En qué momentos nos permitimos ser dionisíacos y percibir la realidad así, tal cual es? ¿Pasa eso? .-



¿La realidad es tragedia o perfección?

Paul Valéry dijo muy acertadamente “uno nace varios y muere uno solo.” Es la juventud el momento de nuestras vidas en el cual se expresa con su máxima potencia la fuerza de la variedad que somos capaces de albergar. Esta obra de Nietzsche, uno de sus primeros ejercicios en la escritura, logra plasmar las múltiples posibilidades de ese ‘uno solo’ que terminaría siendo.

Todavía se mostraba un tanto apacible y no tan enojado con el mundo, ¿habrá sido acaso el optimismo característico de aquél que todavía no ha sido desilusionado por la vida? Aunque el tema central del su trabajo era el drama y la tragedia, la prosa fluye entre el interés y la novedad filosófica de un modo tan atrayente que logra dejar de lado lo trágico del asunto que le concierne.

¿Será que el arte y la estética nos elevan de tal modo que incluso el sufrimiento es meritorio de cierto encanto ante nuestra percepción? ¿Será que Apolo ha hecho un buen trabajo en nuestro ser que el encuentro con las pulsiones esenciales de este mundo, Dionisíaco en su interior, no logran desestabilizar por completo nuestra conciencia? ¿Nos hemos convertido en seres insensibles al terror, acostumbrados a esquivar la fuerza destructora de la verdad?

Son necesarios cuatro años de filosofía para luego encontrarte con Nietzsche y volver a comenzar. La lógica se empeña por hacer del filósofo un argumentador audaz, construimos con cada silogismo estructuras firmes que nos garanticen certezas, proposiciones que puedan ser juzgadas como verdaderas; nuestro entendimiento se esfuerza por aprender a captar pulcras esencias, abstraer específicos conceptos; nuestra mente contemplativa realiza un esquema monumental y a eso le llamamos una representación acabada de la vida. Cuando creíamos que ya habíamos apresado al mundo en nuestra razón, Nietzsche nos abruma con su canto: ¡Es que le hemos dado la espalda a la vida durante todos estos años!

¿Y qué es la vida? ¿Por qué la olvidamos? La vida es tragedia, es dolor, es sufrimiento, desidia, insatisfacción. Sólo el poder embriagador de Dionisio es capaz de arrebatarnos con furia hacia la estremecedora verdad, solo a través de él podemos mirarla a la cara. Desestabilizador encuentro, a partir del cual, quizás en un intento de equilibrio, Apolo se encarga de apañar al hombre turbado, valiéndose de sus “apariencias radiantes.”

Dos principios que luchan por el hombre, uno lo eleva hacia la terrible verdad, otro lo conduce hasta la apacible apariencia. ¿Quién osa animarse a acercarse al abismo? ¿Quién desea experimentar el vértigo del precipicio? Mientras más se sumerja el hombre en la mesura apolínea, olvidándose de su esencia estética para considerarse específicamente ético, más lejos quedarán las verdaderas experiencias humanas, aquellas que se surgen cuando se deja guiar por el ritmo y el pulso del tambor.
  
Es la música la verdadera representación de la vida, lejos quedan los intentos del lenguaje por homologar su capacidad de transmisión; “el lenguaje, como órgano y símbolo de las apariencias, no ha podido nunca, ni podrá jamás, manifestar la esencia íntima más profunda que la música.” Un lenguaje que se impone como esencial al hombre, representante de la razón en cada uno de los filósofos de la Grecia Clásica. Irrumpe Sócrates como modelo de hombre teórico y sobre él –y el poder de la palabra y del concepto- se edificará la historia de occidente.

Dice Nietzsche: “En los ojos de Sócrates nunca brilló el entusiasmo artístico.” Significa para nuestro filósofo el comienzo de la vida científica en detrimento del arte y de la estética. ¿Cómo podría la ciencia manifestar lo más profundo, cuando claramente se queda en la superficie de la realidad? Realidad que implica algo más que un la formal sistematización lógica que surge con Sócrates y nos acompaña hasta la actualidad.

El conocimiento de lo trágico es esencialmente distinto del conocimiento científico, contrapuestos y contradictorios este punto se destaca en el claro optimismo de las afirmaciones socráticas que trastocan al mismo tiempo los cánones de estética. La ‘desmesura’ de Apolo que profesa directamente su contrario, ha roto el equilibrio y encerrado toda posibilidad de que Dionisio salga a la luz. ¿Queda alguna posibilidad para la tragedia? ¿Para la verdadera experiencia del mito? ¿Para enfrentar los secretos de la Voluntad?

La tragedia está oculta pero continúa acechando, la inminencia de la desgracia duerme en el seno de la cultura teórica. ¿Cómo retomar el culto a Dionisio? Todavía se encuentra muy lejana la idea de un súper-hombre como superador de lo apolíneo, incluso Nietzsche no está pensando la solución en términos de individualidad –algo sumamente apolíneo en este texto- pero sí aparece con fulgor la actitud creadora que será luego característica de la superación del hombre, actitud que nos permite en este comienzo volver a relacionarnos con el mito de un modo no racional. 

En palabras del filósofo:

Esta aparición hacia el infinito, este aletazo del deseo, en el momento en que sentirnos el más alto goce de la clara percepción de la realidad, nos recuerdan que en esto dos estados debemos reconocer un fenómeno dionisíaco que, siempre y sin cesar, nos releva la satisfacción de un goce primordial, en el juego de crear y destruir el mundo individual; poco más o menos como Heráclito El Oscuro comparaba la fuerza creadora del universo al juego de un niño que se divierte en hacer construcciones de piedras o montones de arena para luego derribarlos.”[1]



[1] Friedrich Nietzsche, “EL ORIGEN DE LA TRAGEDIA,” Ediciones Terramar, Buenos Aires, 2008.

domingo, 2 de junio de 2013

Despertarse -


Abrís los ojos y con lo primero que te encontrás es con el techo, ¿Es el límite de tus sueños? ¿La condición de posibilidad de haber estado soñando? Los límites y las posibilidades se manifiestan siempre en eterna consonancia, tensión, frustración, ansiedad, conquista.

Parecería que cada día comienza algo nuevo, las frases célebres nos invitan a vivirlo como si fuera el último; a que cuando plantemos los pies sobre el frío piso, encaremos el esfuerzo de erguirnos mientras con convicción nos repetimos: ¿Cómo voy a enfrentar hoy lo que me depare la vida?

Mentira. Despertarse es lamentarse de no poder seguir durmiendo, es alterarse porque estoy llegando tarde, porque me olvidé de preparar las cosas para el trabajo. Lo primero que le pregunto al día es: ¿Llegará rápido el colectivo? – Poco poético mi encuentro con ‘lo nuevo,’ con la posibilidad latente.

Despertarse también es tomar conciencia. Hay días en los que al abrir los ojos simultáneamente se abre una puerta en mi mente y comienzan a aparecer cataratas de ideas. Una agenda de creatividad organiza y desorganiza mis días, arma y desarma, acomoda y revuelve todo. Creo nuevos esquemas, conecto nuevos conceptos, planifico, desintegro –todo pasa mientras miro el techo- Lo que hasta ayer creía establecido, hoy ya no es relevante. Abro nuevos caminos, nuevas formas de vivir el hoy y el mañana; lo nuevo, el futuro, lo que puede llegar a ser, lo que es, lo que ha sido.

Despertarse sin pensar en la hora y sí en proyectos divertidos, dándote herramientas para sentirte el hacedor de tu vida es una excepción de lo cotidiano, una suspensión del tiempo, un darse cuenta de la libertad creativa. No pasa seguido, pero cuando pasa, lo primero que hago al levantarme es agarrar un lápiz y hacer un boceto sobre mis nuevos planes.


El sueño cobra forma, al hacerlo se limita. Al limitarse, es posible.


Juli.-

martes, 28 de mayo de 2013

Vos


El problema es la libertad. Ese impulso que cuando descubrís te embriaga de vértigo porque sabés que no existe otra persona más que vos mismo para construir tu vida. Andamos, emprendemos camino, decidimos, preferimos… chocamos; nos encontramos con la contracara del vértigo, ésta no es sino más libertad: la libertad del otro.

¿Cómo hago para ser yo cuando el otro, libremente, quiere ser él? 

                                           Será cuestión de coincidir... y así todo queda librado al azar.


                                                                                                     Espero. No desespero.


Ju.-