Este es, sin dudas, uno de los ensayos que más disfruté a la hora de escribirlo. Es un trabajo elaborado para la cátedra 'Filosofía de la Religión' (no confundir con teología), basado en la primer película de la serie 'Dekalog' del director polaco, K. Kieslowski. Imperdible, estremecedora, me dio la clave para pensar algunos cabos sueltos que divagaban en mi mente filosófica...
El link: Kielowski, DEKALOG 1
El link: Kielowski, DEKALOG 1
El anhelo de lo humano
En la gris Varsovia, un
niño con agudo sentido filosófico no duda en poner de manifiesto aquellas
preguntas que lo movilizan hasta las lágrimas ¿Qué es la muerte? ¿Cuál es el
sentido de la vida? Cuestionamientos que intentan convivir entre respuestas
brindadas tanto por la fe como por la razón. El misterio termina arrasando al
final con todo anhelo de conocimiento y certeza.
Krzysztof Kieslowski nos muestra en ‘Decálogo 1’ con extrema
sencillez y profundidad, cómo hoy en día –aunque la película tenga unos 25 años
no deja de ser actual- más allá de las explicaciones científicas y racionales,
las preguntas que nos modifican la vida en su radicalidad, siguen sin poder ser
respondidas con unanimidad. La curiosidad y demanda filosófica acechan nuestras
vidas en la misma medida que en las épocas griegas; ¿Podríamos decir que
realmente ha avanzado la humanidad? ¿En qué sentido? ¿Sabemos hoy, más que
antes, cuál es el ‘sentido de la vida’? ¿Eliminamos el factor misterio del paradigma de lo humano, en
esta vida posmoderna que tiene respuestas a todo y que si no las tiene te
invita a no preguntarte? ¿Hemos dejado de estremecernos?
La tecnología es manifestación concreta y material de las
ansias de seguridad y dominación que definen al hombre. Computadoras,
calculadoras, robots; el objetivo es siempre el mismo: predecir para controlar.
No queremos que se nos escape nada y por eso apelamos a la precisión de los
cálculos, tal como el padre de Pawel. ¿Hemos dejado de creer en un Dios para
confiar ciegamente en otro? En la película observamos claramente cómo la
programación de sistemas le permite a los protagonistas dominar su entorno más cercano. Pawel parafrasea a su padre
diciendo: ‘Vivimos para hacernos la vida más fácil.’ ¿Puede la vida ser fácil? ¿Podemos hacer ojos ciegos a la
certeza inmanente de la muerte? ¿Nuestro pasar por el mundo tiene posibilidad
de transcurrir linealmente, sin sobresaltos?
‘La computadora no sabe lo que sueña mi madre.’ Aquello más
propio de la vida no es calculable, la espontaneidad y libertad, la esencia,
los deseos, lo único e irrepetible, la singularidad,
se escapa a toda previsión. Anhelamos control y conocimiento, pero olvidamos
que siempre estamos siendo algo más, la vida cambia y desborda. ¿Qué
pretendemos apresar a través de nuestra racionalidad? ¿La razón es símbolo de
seguridad? ¿Por qué nos cuesta tanto asumir lo incierto, reconocer el misterio?
¿Tiene algún límite nuestras ansias de control sobre la vida?
Sin embargo, entre números y certezas nos asalta lo
desconocido, lo imposible, lo inapresable. Pawel encuentra aquel perro muerto y
llora no por tristeza sino más bien por frustración: ¿Qué sentido tiene
calcular problemas matemáticos si existe un final, la muerte, del cual no
sabemos nada, solo que es inevitable? ¿Qué es la muerte? ¿Por qué la gente muere?
La muerte se presenta como el límite del anhelo humano. Límite palpable e
indubitable. Límite porque es inexplicable para la razón.
Parecería que la razón se opone al misterio, ¿lo anula? ¿O
más bien lo esquiva, al igual que el padre de Pawel evita responder sus
preguntas? ¿Y la fe? ¿Qué tipo de respuestas nos da frente al misterio? ¿Logra
saciar de algún modo nuestra necesidad de explicaciones? ¿El misterio sigue
siendo misterio aunque tenga fe?
Al final, no solo lo que reconozco incontrolable resulta de
este modo, sino que incluso aquello que creía dominar puede escapar a las
‘leyes lógicas.’ El tarro de tinta comienza a perder, el cálculo de la
computadora se equivoca, la vida se pierde entre el agua congelada. ¿Puedo dar
razones de esto? ¿Puede el desconsolado padre aceptar la voluntad de aquello que lo excede, enfrentarse cara
a cara con el misterio, reconocer sus
límites?
Lo que hace que la vida
sea vida y no otra cosa, es aquel
margen de error, la centésima que ha escapado a la cuenta lógica, el milésimo
que ha sido redondeado para generar la sensación de un mundo de certezas
exactas. La excepción a la regla, el porcentaje que queda por fuera de lo previsto,
el quiebre, el accidente, es lo que nos cambia la vida, lo que nos arroja a la
incertidumbre y con ella a un nuevo sinfín de cuestionamientos sobre aquello
inabarcable, imponente, ¿Inalcanzable? Lo absoluto. Éste se hace presente y arrebata
al ser humano en un sobresalto existencial que lo pone de frente a la puerta de
lo numinoso; un campo inexplorado e inexplorable por la razón y las ansias de
control, es el territorio de las preguntas que no se dejan responder pero sí
experimentar por breves momentos. Ingresar a este horizonte resulta inevitable,
somos humanos que quieren dominar y controlar sus vidas porque somos
conscientes de que es imposible lograrlo; somos una paradoja, somos búsqueda
que no quiere serlo. Nos negamos porque sabemos lo difícil que es reconocer que
aquello que no depende de nosotros es lo que más influirá sobre el curso de
nuestra historia.
¿Qué pasa luego del estremecimiento? Nosotros mismos hemos
garantizado un camino para regresar a aquella lógica que nos mantiene dentro de un margen (¿marginados?) porque pareciera que fuera
del plano racional nos sentimos muy incómodos; se lee en la pantalla de la
computadora: ‘I´m ready’ – ¿Listos para qué? ¿Para seguir encontrando,
buscando, inventando, respuestas? Creo más bien, que estamos listos para volver
a hundirnos en lo cotidiano, preocuparnos nuevamente por aquello que sí podemos
controlar, resolver problemas intrascendentes.
¿Está bien o está mal? ¿Acaso alguien tiene una respuesta que sacie nuestro
anhelo?
“En fin, puede convertirse en el suspenso
y humilde temblor, en la mudez de la criatura ante... -sí, ¿ante quién?-, ante
aquello que en el indecible misterio se cierne sobre todas las criaturas.”